Garganta Profunda

ARANTZA ARÓSTEGUI

OPINIÓN

HASTA EL MARTES fue el secreto mejor guardado de la historia del periodismo.

04 jun 2005 . Actualizado a las 07:00 h.

Ese día se supo que Mark Felt, un anciano de 91 años, era Deep Throat, la misteriosa Garganta Profunda, la fuente anónima que desde su cargo de número dos del FBI ayudó a los periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein, de The Washington Post , a esclarecer el caso Watergate y que, a la postre, acabó con la defenestración del presidente de Estados Unidos Richard Nixon. Mi vida profesional ha transcurrido paralela a ese gran misterio, desvelado ahora de súbito por la revista Vanity Fair , que le ha arrebatado el protagonismo al Post , donde celosamente habían guardado el secreto los periodistas Woodward y Bernstein, y su director Ben Bradlee, los únicos conocedores desde hace 33 años de la verdadera identidad de Garganta Profunda. Los tres pactaron entonces con Felt que sólo revelarían su identidad después de su muerte. Fieles al compromiso contraído hace tres décadas, Woodward y Bernstein se negaron a confirmar la noticia desvelada por Vanity Fair , pero horas después, ante la evidencia de los hechos, ambos periodistas y el Post no tuvieron más remedio que reconocer la identidad de Garganta Profunda. Derrotero imprevisto La investigación del caso Watergate arrancó el 17 de junio de 1972. Ese día, cinco hombres fueron arrestados por robo en las oficinas del Comité Nacional del Partido Demócrata, en el célebre edificio de apartamentos Watergate, a orillas del río Potomac. La noticia sólo ocupó un pequeño espacio en las páginas de sucesos del Post , aunque a los pocos días la información tomó un derrotero imprevisto. Los cinco detenidos fueron acusados de robar documentos, pinchar teléfonos e instalar escuchas telefónicas en la sede demócrata. Además, tras conocerse la identidad de uno de los ladrones -W. McCord, un ex agente de la CIA y miembro del Comité para la reelección de Nixon-, Woodward y Bernstein empezaron a sospechar que, detrás de este «robo de tercera», como lo definió Nixon tiempo después, algo olía mal. Junto a los cinco detenidos, fueron citados ante el juez otros dos acusados: Howard Hunt júnior, otro ex agente de la CIA y consejero de seguridad de la Casa Blanca, y Gordon Liddy, consejero general del Comité para la reelección de Nixon y al que se consideró después cerebro de la operación de espionaje en el Watergate. Woodward y Bernstein se encontraron con que la noticia era de gran calado y empezaron a husmear. Seis semanas antes del robo, había muerto J. Edgar Hoover, un hombre que había dejado su impronta al frente del FBI (Federal Bureau of Investigation). Su segundo de a bordo y protegido, Mark Felt, aspiraba a ocupar su puesto, pero Nixon colocó a un hombre de su confianza, Patrick Gray. Es importante este dato porque muchos creen que fue la venganza contra Nixon la que llevó a Felt a convertirse en delator. Sea como fuere, Felt se hizo cargo en el FBI de la investigación del Watergate y, tras informar de sus sospechas a Gray, hizo caso omiso de la recomendación de éste de no ahondar más en el asunto. Llamó a declarar ese verano a 86 personas vinculadas a la Casa Blanca y, al mismo tiempo, contactó con el periodista Woodward, al que conocía por su trabajo en un caso anterior, y le insinuó que siguiese «la pista del dinero» (la procedencia de los fondos con los que se pagó a los que espiaron en la sede demócrata). Felt, que se citó con Woodward en siete ocasiones, de noche y en un aparcamiento subterráneo, más que información le facilitó pistas de investigación. Los periodistas le bautizaron como Garganta Profunda por una película porno que hacía furor en aquel momento. Aportación de pistas La abrumadora reelección de Nixon en noviembre de ese año no arredró a los periodistas del Post , que siguieron adelante con sus investigaciones. Para ello fueron esenciales las aportaciones de Felt y el apoyo incondicional del entonces director del Post , Ben Bradlee. Como ha revelado estos días Woodward, Felt -«más que un importante confidente, fue un simple confirmador de pistas»- se limitaba a corroborar o negar lo que los periodistas iban descubriendo. Sólo recurrían a él cuando se trataba de algo muy importante. Tras 26 meses de investigaciones, Woodward y Bernstein sacaron a la luz una red de sobornos, espionaje político y uso ilegal de fondos, lo que condujo al procesamiento de cuarenta altos funcionarios, además de la dimisión de Richard Nixon como presidente de Estados Unidos el 8 de agosto de 1974. De no ser por el perdón especial otorgado por Gerald Ford, su sucesor en la Casa Blanca, Nixon habría terminado en la cárcel. Woodward y Bernstein, que recibieron por su trabajo el Premio Pulitzer, han pasado al olimpo del periodismo de investigación. No es nuestro cometido juzgar si Felt actuó bien o mal al parapetarse en Garganta Profunda, o si debió utilizar otros cauces para denunciar los abusos del poder, pero no hay duda de que su aportación ha marcado un hito en la historia del periodismo.