¿Todo para todos, y gratis?

OPINIÓN

01 mar 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

SE SUELE decir que la salud no tiene precio, pero lo tiene, y es alto. ¿Quién paga, para quién, qué, cuánto y cómo? En los últimos años hemos avanzado mucho en la configuración del Estado de Bienestar. Pero, como ponen de relieve los medios de comunicación un día sí y otro también, su financiación hace agua y su estabilidad está en peligro. ¿Hacia dónde deben dirigirse las políticas públicas destinadas a estos asuntos? ¿Hay obligación de atender con todos los recursos a todos los enfermos y a todas las patologías o posibles patologías? Son preguntas sangrantes, sin duda, difíciles de responder, porque detrás de todo enfermo hay mucho dolor y angustia. Establecer prioridades es aplicar algún mecanismo de racionamiento que, en última instancia, selecciona quién recibirá y quién no servicios que proporcionan algún beneficio a quien los recibe. Esto se ha hecho siempre, aunque implícitamente. La novedad está en la necesidad reconocida de efectuarlo de manera explícita y en la expectativa de su contribución a la reducción de la brecha entre la demanda y la oferta sociosanitaria. Todo ello en un contexto de mantenimiento y mejora de la equidad y calidad de las prestaciones. Las soluciones no pueden reducirse únicamente al control administrativo, laboral y financiero del sistema; las mejores recetas para evitar el despilfarro y lograr un sistema que funcione mejor son las que invierten en hábitos de salud y en coordinación y motivación del personal. Una ética de la vigilancia favorece el control mínimo necesario, ciertamente, pero dificulta la motivación imprescindible para incentivar la implicación en la mejora del sistema. Los individuos están muy preocupados por satisfacer sus demandas particulares y se paran poco o nada a reflexionar si éstas son reales, convenientes y, sobre todo, si se compatibilizan con los deseos, las expectativas y los derechos del resto de la ciudadanía. Resulta prioritario recordar que la salud es, ante todo, una responsabilidad personal, exige un estilo de vida sano que nos mantenga alejados de todo aquello que pueda dañarla. Me parece bien que fomentemos el ejercicio de los derechos de los pacientes para superar el viejo modelo paternalista de relación terapéutica. Pero con el mismo énfasis y rigor hay que recordarles a los usuarios que también son titulares de deberes de obligado cumplimiento. El sistema sociosanitario es cosa de todos.