Terrorismo informático disuasorio

| JUAN J. MORALEJO |

OPINIÓN

27 ene 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

DICHOSA EDAD y siglos dichosos aquéllos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro abundase, sino porque la cortedad de los recursos de oficina y burocracia imponía templanza en el dedo lascivamente proclive a violar las teclas de aquellas máquinas de escribir que con el papel que bien llamábamos simpático parían, como mucho, trillizos de las secreciones oficiales. Y la tercera copia era para el interesado, más bien afectado, porque ya apenas se leía y eso convenía a los parapetados tras la ventanilla. Había que sudar el folio, no era cómodo multiplicarlo, el formulista y su formulario no podían ensañarse con el currante de a pie. Pero en la nueva religión y apoteosis de Santa Tecla los dedos oficinescos viven en lascivo desenfreno de almacenar ociosidades y rimbombancias para refocilarse luego en el botón de la multiplicación diarreica del papel, una gozada para matar la mañana en los cuarenta mil despachos atiborrados de gente ocupada en lascivo desenfreno de almacenar ociosidades y rimbombancias para refocilarse luego en el botón de la multiplicación diarreica del papel¿ Quizá piense el lector que he incurrido en redundancia, pero no hay tal, sino el cuento de la buena pipa del burócrata con furor uterino en los dedos al servicio de una Administración que ya no es un servicio o instrumento, sino un Ombligo con Retrovisor. Disco duro, pantalla, teclado ¡y vengan datos! que paga el pagano. Toda invitación que me hace el Olimpo Ministerial a que le pida algo me viene empedrada en terrorismo informático disuasorio, en una macromaraña de quisicosas e intríngulis con toda esa prosa mazorral y bombástica que tanto gusta a los que nunca tienen tema y problema urgente, sino que priorizan temáticas y problemáticas. Pero eso no es lo peor. Ahora que ya habían dejado de preguntarme todos los años si había tenido alguna hija más, vamos a peor, pues mi Ministerio en orgía de tecla fácil y reproducción diarreica, después de lo imprescindible para identificarme, también me pregunta cómo se llama mi Rector y qué NIF tiene y qué teléfono, incluidos extensión y fax ¿ porque son datos que mi Ministerio desconoce y debo dárselos yo, además de que son esenciales para saber si me ayuda o no en mi proyecto de Hidronimia Galaica Prerromana. Y para tal proyecto la máquina, bien programada por el maquinista, no me deja cumplimentar el apartado de Implicaciones Éticas y de Bioseguridad, aunque yo quisiera dar seguridades de que investigaré los nombres de los ríos sin utilizar ni purines, ni minicentrales ni otras mierdas. En cambio la máquina sí me obliga a precisar que no necesito buque oceanográfico ¡no es coña! aunque a gusto lo pediría para entrar a cucharillazo limpio y viento en popa desde Pontenafonso, Tambre arriba, con Miguel, Pepe y tutti quanti de la reomanía. Y también ¡por mis muertos! debo declarar que no necesito ir a la Antártida. Y si no lo declaro, mi solicitud no vale.