Trapisonda

| JUAN J. MORALEJO |

OPINIÓN

EL ORÁCULO DE DELFOS

05 jun 2003 . Actualizado a las 07:00 h.

UN AVIÓN con militares españoles se ha estrellado en Trebzon, la Trapisonda que fue antonomasia del quinto pino, con un imperio que aptecía nada menos que Don Quijote. Trapisonda es el lugar a donde nadie ha ido y, por tanto, el lugar del que todos pueden volver contando que por allí atan los perros con longanizas o que por allí Arquímedes, Newton y Einstein no pintan nada. Esa Trapisonda está al fondo del Mar Negro, pero los gallegos también sabemos hacernos aquí nuestra Trapisonda, prêt-à-porter y axeitada á nosa realidade , como decían los puristas antropológicos. La insistencia en tal purismo resuena en tiempos de voto: que los indígenas tenemos la suerte del deber de votar a Fulano para que no nos coman la moral y algo más que la moral los de la metrópoli, entrometidos que se valen del cabomamporrerismo de los cipayos, es decir, de los indígenas descastados y pasados a las filas metropolitanas. Bueno, ya estamos en nuestra Trapisonda de hoy, pero también jurásica e incluso intemporal: ¿Quién ganó el 25 de mayo pasado? Para empezar, una captatio benevolentiae que ningún político me desatenderá porque es muy axeitada á súa realidade : ganaron todos, ganaron a chorros. Reforzaré mi posición con una verdad tan evidente que ni el más apasionado podría torcer el morro: el domingo ganó la Real Sociedad. Y muchó más ganó la sociedad real, que no es Jauja, pero es lo que hay y, como las lentejas, o la tomas o la dejas. Ganó la tira de individuos que se han dado el gustazo de votar lo suyo, lo que les peta. Si usted, político, cree que un hombre es un voto, hágame aritmética llana y déjeseme de trigonometrías sublimes para dolerse por el que no vota como usted y para trapisondas del calibre de que una vez más el electorado gallego no ha sabido estar a la altura de Galicia. Es curioso que el electorado gallego no sólo no sea Galicia, sino que además tenga carencia crónica de pesquis para abrazar la felicidad que Galicia en carne mortal le traía. Ya antes de las votaciones se nos advertía que Galicia es otra cosa que lo que puedan reflejar las urnas, pues hay una conciencia, un ánimo, etc. que son Galicia, con o sin urnas y votos. Hechos los recuentos, sobre todo en ciertas áreas en las que se esperaba el revolcón y chegar e encher , volvemos a oír a los hierofantes de la Esencia que el votante gallego está en Babia y ni se entera de hacia dónde les cae la Galicia que le conviene. Al final de la trapisonda resuenan ecos de aquello de que el mejor destino de las urnas es que las rompamos -¿les suena?- para castigo del chaíñas que no sabe estar a la altura debida, es decir, la de mi ego. O dejaremos estar las urnas porque todo se queda en que la gente sí sabe hacia dónde cae lo que le conviene o lo que menos le desconviene. Y a lo mejor cualquier día los políticos tan listos y puros hacen repaso autocrítico de cómo y por qué no barren por goleada a la tropa tan burra y tan impura que tienen enfrente.