PARA ALEGRÍA de muchos y consternación de algunos, el perímetro de la izquierda se sigue extendiendo en América Latina. Después del triunfo de Lula en Brasil el pasado 27 de octubre, otro candidato de los pobres , el coronel Lucio Gutiérrez, ha ganado el 24 del mes en curso en Ecuador. Estos nuevos presidentes se añaden a otros líderes progresistas: Hugo Chávez en Venezuela y claro está, Fidel Castro en Cuba. Si añadimos al social-demócrata Ricardo Lagos de Chile, sumamos que en enero del 2003, y salvo pronunciamientos siempre posibles, estos cinco mandatarios de izquierda regirán los destinos de nada menos que la mitad de los habitantes de Latinoamérica, unos 235 millones de personas de un total de 500 millones. Es un cambio enorme con respecto a la situación que prevalecía hace unos años, cuando, con excepción de Cuba, el conjunto de los países comprendidos entre río Grande y la Tierra de Fuego aplicaban políticas neoliberales, liquidando y privatizando a mansalva los conatos de estados de bienestar. En todas esas partes las políticas citadas han agravado las desigualdades, arruinando a las clases medias y provocando un fenomenal descontento que ahora se traduce en las urnas con la elección de líderes comprometidos en sacar a sus países del atolladero neoliberal. Ecuador es el más pequeño de los estados andinos -ocuparía la mitad de España- y lo pueblan doce millones de personas. Primer productor mundial de plátanos e importante proveedor de café, algodón y pesca, posee grandes riquezas, abundantes yacimientos de petróleo y gas. Sin embargo, el 80% de sus habitantes viven en la pobreza y Transparency International lo clasifica en segundo lugar de la corrupción americana. También se caracteriza Ecuador por tener una población india en su mayoría, que en el contexto del gran despertar indígena anunciado por el subcomandante Marcos, se ha convertido en protagonista principal de la vida política. Doce naciones indias lo componen, de las cuales la quechua es la más numerosa. Organizadas en el seno de la Confederación de Nacionalidades Indígenas (Conai), su brazo político es el movimiento Pachacutik-Nuestra tierra, que dirigen Nina Pacari, doctora en Derecho, y Auke Tituaña, catedrático de Economía formado en la Universidad de La Habana. Los últimos presidentes ecuatorianos, Abdalá Bucaran y Jamil Mahuad (ambos, curiosamente, de origen árabe), fueron derrocados por insurrecciones populares en las que la Conai y los indígenas tuvieron el papel central. En la última, de enero del 2000, un grupo de jóvenes oficiales se negó a masacrar a los indios, sumándose a la rebelión que derrocó a Mahuad. Quien más se distinguió allí fue el coronel Lucio Gutiérrez, condenado luego a seis meses de cárcel, por lo cual mereció la comparación con el comandante venezolano Hugo Chávez. Como él, Lucio es un personaje fuera de serie. Es también mestizo y de familia pobre, habiendo elegido el Ejército para obtener el título de ingeniero y hacer carrera. Tras los estudios, se inscribió en el International Defense College de Washington para aprender relaciones internacionales y en el Fu Hsing Kand de Taiwan para comprender los problemas del desarrollo económico. Su esposa Ximena, a la que llaman La coronela , es médico en un dispensario de pobres y pasionaria de las cuestiones sociales. Integro y serio, Lucio fundó su propio partido, Sociedad Patriótica, el 21 de enero. En él se reúnen antiguos militares y diversas fuerzas sociales. Su campaña se centró en la corrupción y la antiglobalización. Lo apoyaron los indígenas de Pachakutic y el Movimiento Popular Democrático, que reúne a los sectores de izquierda más radicales. Como para Lula en Brasil, lo más difícil para Lucio empieza ahora, cuando hay que introducir cambios sustanciales en el país, sin disponer de la mayoría en un Congreso dominado por los partidos oligárquicos tradicionales. Pero lo seguro es que el viejo modo de hacer política a base de discriminación racial, social y cultural se terminó en Ecuador.