Alegría para el cuerpo

OPINIÓN

02 nov 2002 . Actualizado a las 06:00 h.

DE SER VERDAD que el 10% de la población es homosexual, a la Guardia Civil le falta mucho para tener fuera del armario a todo el potencial que posiblemente albergue. Del mismo modo que el caso de un cura onubense supuso el encontronazo con un iceberg que todo el mundo intuye y que la propia Iglesia protege. Porque son ambos, Iglesia y cuerpos de seguridad, estamentos masculinos en el sentido tradicional y antiguo del término. Al ejército, como a la Guardia Civil, han llegado recientemente las mujeres, mientras que la Iglesia católica sigue cerrándoles el paso al sacerdocio. Para la obsoleta sociedad patriarcal, femenino es sinónimo de debilidad, de secundario, de pasivo... por eso no parece apto para arrogarse la representación de lo divino ni para asumir la defensa activa de la ley y el orden. Pese a todo, el yang se empeña en aflorar y toma posiciones rompiendo prejuicios y desconcertando a quienes se afanan por definir lo que es válido y lo que no en función del sexo o de la opción sexual de cada quien. Hay un mundo naciente donde ser mujer no estará penalizado ni se aplicará a sus miembros el baremo maniqueo de lo normal o de lo anormal en función de la expresión del deseo. Donde tal vez lo raro sea la opción militar y no la definición sexual de quien elija una u otra ocupación. Por lo de pronto, que avance la Guardia Civil por el territorio de la convivencia y de la igualdad. Que comparta su vida bajo el techo de una casa cuartel la heterodoxa pareja del guardia civil y su compañero y que los mandos vayan haciendo sitio a otras posibles familias de sólo ellas, porque todo llegará. Será, sin duda, una alegría para el cuerpo y la confirmación de un positivo cambio social.