DE LA MANO sabia y amable de Alejandro Vega, que puede considerarse conciencia viva del Toledo misterioso y milenario, acabo de realizar un sugerente recorrido por las callejas del que fuera barrio templario de la ciudad, bajo la protección de los héroes solares emblemáticos del Temple: san Miguel y san Bartolomé. Las viejas calles toledanas tienen alma y cuando el viajero se detiene a escuchar sus murmullos le hablan de sus anhelos de saber y esperanzas de un mundo mejor, pero también de persecuciones y horrores provocados por el fanatismo y la intolerancia. Alejandro nos desvela algunos misterios acerca de las realidades espirituales que subyacen tras los topónimos: la plaza de los CuatroTiempos, la calle del Locum, las plazas de la Cabeza o del Baphomet y del Seco, la subida de los Pascuales, las calles del Pez, san Miguel, o la cuesta del Can que nos conduce hasta la Candelaria, donde la aún pequeña luz invernal se dirige hacia la barruntada primavera del alma. Como en juego de la oca, el itinerario nos lleva desde el oriente de la catedral hasta la casa taller donde construían cabezas parlantes, el antiguo palacio del Temple intramuros de la ciudad, pues el de extramuros es el de san Servando o san Cervantes, la iglesia de san Miguel, antigua mezquita, con su esbelta torre mudéjar, que fuera alminar durante la dominación musulmana, cuando el nombre de la ciudad era Toleitola, o al hospital de san Bartolomé y la casa del duende o del candil, que tiene accesos a los subterráneos de Toledo, donde la tradición, denostada por el padre Feijoo, cuenta que estaban las antiguas escuelas de Magia. Pocas experiencias más hermosas que disfrutar del arte y la amistad en la noche toledana, donde duerme encantada, esperando ser despertada, el alma más antigua y más noble de España.