QUERER NO ES PODER

La Voz

OPINIÓN

XOSÉ LUÍS BARREIRO RIVAS

19 abr 2002 . Actualizado a las 07:00 h.

¿Se acuerdan ustedes de las piedras filosofales que tenía el PP para acabar con la violencia doméstica, la kale borroka, el narcotráfico, el acoso sexual y otros problemas por el estilo? La clave de su programa era el incremento de las penas, su cumplimiento inexorable y, en la medida de lo posible, anticipar la sentencia y la condena a la comisión del delito. ¿Y cómo se hace eso? Yo no lo sé, pero ellos lo tenían clarísismo: subastar los bienes de los traficantes antes de que una sentencia establezca que lo son; desterrar al marido maltratador por el tufo, antes de que levante la mano; confundir la prueba del acoso con su simple denuncia; definir el terrorismo por su ubicación geográfica (el País Vasco) en vez de hacerlo por la naturaleza y alcance de la infracción cometida, y concluir que, cuando arde una papelera, da igual que la haya quemado un niño de quince años, con una mochila de libros a la espalda, o que lo haya hecho un profesional resabiado con un fusil automático. Y después ¡leña, mucha leña!, para que la gente se tiente la ropa y aprenda el catecismo. ¿Resultado? La violencia doméstica crece de forma espeluznante, la kale borroka sigue como siempre, el narcotráfico cobra visos de disparate nacional, y el acoso se desliza hacia la condición de moda pasajera. Pero ellos no se rinden, y siguen adelante sin sentir la más mínima necesidad de hacer balance de sus palos de ciego. Y por eso se disponen a batir todos los récords de anticipación jurídica con la ilegalización de Batasuna, cuya sentencia parece firmada, acatada y constitucionalmente revisada antes de redactar la ley que la fundamenta. La realidad, sin embargo, va por otro camino, con la evidencia de que ningún problema se soluciona a base de tratar sus síntomas. ¿Qué puede disuadir al maltratador que, antes de matar a su cónyuge, ya piensa en suicidarse? ¿Qué le importa el código penal al terrorista que cree que va a salir de la cárcel por la puerta de atrás? ¿Qué le importa la prisión al narcotraficante que impone su ley al otro lado de unas rejas que sólo ve como gajes del oficio? La sanción del delito puede tener muchas funciones benéficas, pero en modo alguno representa la solución del problema que lo provoca. Y por eso deberíamos pensar si ciertas represiones, como las que se aplican sobre la violencia doméstica, no estarán incendiando lo que en teoría pretenden sofocar. Si echamos a un hombre de su casa, lo dejamos solo y fracasado, le negamos el esfurzo de su vida, le dificultamos la relación paterna y le obligamos a pagar la reconstrucción familiar y afectiva que a él mismo le negamos, ¿qué estamos haciendo: apagando el incendio o echándole gasolina? En el PP creen que lo estamos apagando. Pero las páginas de sucesos dicen todo lo contrario.