ROBERTO L. BLANCO VALDÉS
15 ene 2002 . Actualizado a las 06:00 h.El barómetro de invierno de Sondaxe no tiene desperdicio. Varios de sus datos resultan, además, especialmente valiosos: los que se refieren, sobre todo, a los índices de valoración de los líderes políticos. Especialmente valiosos porque esos datos, que son siempre decisivos, vista la significación del liderazgo en las modernas sociedades democráticas, lo son aun más en el momento de relevos de la actual coyuntura política gallega. Es capital, así, en primer lugar para el Partido Socialista, que Touriño logre asentarse en el cuarto puesto de la tabla, sólo por debajo de Vázquez, Rajoy y Manuel Fraga: de hecho, dada la ya segura retirada del presidente de la Xunta y el mayúsculo desinterés por la política autonómica del alcalde coruñés, ese puesto equivale al de segundo a todos los efectos. Bien distintas son las cosas para el último de los líderes que compitieron en octubre. Beiras se hunde en el abismo y es el peor valorado de todos los dirigentes que aparecen en la muestra: el decimotercero de los trece. Ese batacazo resulta, además, plenamente coherente con la opinión mayoritaria respecto a que Beiras no debería repetir como candidato del Bloque una vez más. Todo hace pensar que sus desafortunadísimas palabras de la noche electoral han tenido un efecto devastador sobre el prestigio de quien estaba ya en situación de caída libre desde hacía muchos meses. Pero es, en todo caso, en relación con el PP donde los datos de Sondaxe producen verdadera conmoción: y es que tras Rajoy, hay que bajar hasta los puestos octavo, noveno y décimo del ranking para volver a encontrar a dirigentes del PP: esas son las posiciones de los conselleiros López Besteiro, López Veiga y Cuiña Crespo, que se juntan en un puño en cuanto a su valoración, aunque Cuiña dobla a sus correligionarios en lo que a nivel de conocimiento se refiere. Así las cosas, el PP ha de resolver un dilema complicado, de cuya solución quizá dependan sus opciones de victoria en las autonómicas del año 2005: la de elegir para suceder a Manuel Fraga entre el segundo político mejor valorado de Galicia o uno de los que están hoy en la cola de la lista. Los entrevistados no tienen al respecto duda alguna: todos, votantes y no votantes del PP, prefieren al primero, que gana también en todos los hábitats gallegos: rural disperso, rural denso, villas y ciudades. Por ello resulta todavía más incomprensible, y más sangrante, que alguien que ni está, ni hace nada por estar, ni aun por conseguir que, por si acaso, se le espere, pueda ser tan deseado. Pero, como en los sabios versos de Quevedo, «¿quién podrá disculpar nuestro deseo/ si en el cerco del sol camina a escuras?».