El Racing Club Ferrol encontró un final agridulce en el duelo con su tocayo santanderino. Lo agrio, la acción desafortunada de Iker Losada en el área, que brindó en bandeja el empate a los visitantes. Lo dulce, el buen juego desplegado en gran parte del choque, que disipa muchas de las dudas presentes hasta entonces.
Después de semanas en las que los rivales le habían tomado la medida a los verdes, Parralo hizo ligeras modificaciones en el once buscando algo distinto a lo que venía ofreciendo en las últimas jornadas. A pesar del gol a balón parado encajado en los primeros minutos, el Racing supo reaccionar.
Con una línea de mediapuntas que rozó el sobresaliente, un Señé que recuperó el timón del equipo y un intratable Álvaro Giménez, los verdes recuperaron esas buenas sensaciones que mostraron en la primera vuelta. Sin embargo, el gran partido verde se vio opacado por un golpe de mala suerte.
Si bien el Racing de Santander, ya con uno menos y la necesidad imperiosa de anotar para no marcharse de A Malata de vacío, apretó, se echó de menos algo más de movimiento en el banquillo local, lleno de futbolistas con hambre y piernas frescas para ampliar la ventaja y cerrar el encuentro con anterioridad.
Como siempre, cero reproches a esta temporada del equipo. Ni a los jugadores, ni al entrenador, ni a la dirección deportiva. Así es la Segunda División, en la que nadie regala nada y los errores te condenan.
En definitiva, con un punto más en el casillero (y novenos en la tabla, que no es baladí), toca seguir adelante. Cada vez más cerca de la salvación matemática, el objetivo principal de un equipo que sigue siendo el orgullo de todos los ferrolanos.