Del odio más ferviente al amor más puro

La Voz

FIRMAS

07 jun 2013 . Actualizado a las 12:46 h.

Dicen que del amor al odio hay un paso, pero también lo hay a la inversa. Precisamente así comenzó la entrañable relación de Bella y Bestia, que desembocó en el amor más puro.

La cuidada puesta en escena dota a la historia de una intensidad extra. La magia logra envolver al espectador desde el principio, en un cuento que comienza con una buena dosis de espectacularidad cuando el príncipe se transforma en Bestia. En la consecución de esta atmósfera de cuento de nuevo tiene mucho que ver la denominada «pasada técnica». Y es que la trastienda de La bella y la bestia aún guarda un secreto con una incidencia clave en la función: el propio escenario. Una plataforma giratoria hace de él un espacio totalmente móvil, permitiendo la fiel adaptación a la película de Disney. Los decorados giran una y otra vez, orquestando un auténtico baile de fantasía que alcanza su punto álgido con el archiconocido número del festín. Cuesta imaginar que semejante movilidad pueda desarrollarse sobre las tablas de un teatro. Las logradas coreografías y las interpretaciones del elenco transportan de nuevo al filme. La bella, por tener, tiene casi hasta la misma voz. Cubiertos, platos, la señora Poots, Lumiere... todo está cuidado para que las diferencias sean mínimas. Sin olvidar la chispa de Gastón, interpretado por Daniel Diges, o de Chip, el pocillo al que encarna un niño elegido en cada ciudad. Una representación fiel y recomendable.