La felicidad

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

VILALBA

22 jun 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Ahora mismo no sabría decir quién fue, realmente, el que escribió aquello tan cierto de que el paso del tiempo convierte a las personas mayores en auténticas bibliotecas, y de que cada vez que una de esas personas desaparece, la humanidad pierde una biblioteca entera. Pero lo que sí sé, y a estas alturas de la vida lo sé ya perfectamente, es que no escuchar a quien llegó mucho antes que tú a este mundo es un error tremendo, una equivocación que se acaba pagando siempre. Es duro ver hasta qué punto tenían razón quienes ya se fueron a la otra orilla del río, aquellos a quienes preferías no oír porque pensabas que, instalados en su propia época, eran incapaces de comprender los cambios que estaba experimentando el mundo. Pero el mundo siempre es el mismo, como lo es también la naturaleza humana, cuyo verdadero rostro es, a menudo, terrible. ¿Qué puedo decirles, a ese respecto, que ustedes no sepan...? En realidad, yo no quería hablarles hoy de eso, desde esta mesa de mármol desde la que, con el café al lado, les escribo cada semana en un pequeño cuaderno. Lo que quería era hablarles del verdadero arte de contar historias. Y de esos grandes narradores que no escriben nunca o casi nunca, pero que en cambio, y por su edad, han visto más que nadie. Ahora me gusta, especialmente, escucharlos. Me maravilla oírles contar cómo era aquella infancia suya en la que la llegada de la noche llenaba sus casas de sombras, porque donde vivían no había luz eléctrica. Iban a caballo a las ferias de As Pontes. También a Vilalba, y a Moeche. Entendían muy bien las señales del cielo. Y no tenían casi nada, pero eran felices. O, al menos, así es cómo lo recuerdan ellos.