Cuando el tiempo ya es ido

José Luis Baamonde TRIBUNA

MURAS

29 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Así comienza el poema de Fina García Marruz:

Cuando el tiempo ya es ido, uno retorna / como a la casa de la infancia, a algunos / días, rostros, sucesos que supieron / recorrer el camino de nuestro corazón…

Palabras que me invitan a compartir en estas líneas aquello que desde niño mi padre nos contaba, sin dejar de emocionarse.

En Cabanela, Muras, siendo el menor de nueve hermanos, huérfanos de madre, con tan solo quince años, contempla cómo dos vecinos armados con escopetas le arrebatan a su padre, Luis de Cabanela. Quien, a pesar de su condición de civil, es sometido a un sumarísimo Consejo de Guerra, con nulas garantías, en el que sufre banquillo junto con sus compañeros de la Agrupación Socialista de Muras, cuyo Presidente era asimismo el maestro del pueblo.

Militancia común a los procesados, considerada en el Informe emitido, al efecto, por el entonces Jefe Provincial de Milicias de Falange, merecedora de «depuración» por el correspondiente Tribunal, «a fin de cooperar con la mayor eficacia a la gran obra de saneamiento iniciada por la Junta de Defensa Nacional».

Apreciación refrendada por la sentencia que puso fin al procedimiento, en la que se condena a pena de muerte al Presidente, y a cadena perpetua a los restantes miembros de la Ejecutiva Socialista, entre los cuales figuraba mi abuelo, Luis Enrique Baamonde Peón (Luis de Cabanela).

Años más tarde, tras el paso de este por los penales de A Coruña y San Simón, mi abuelo es devuelto enfermo y desvalido, en una palabra, moribundo.

Ahora yo, cansado de escuchar durante décadas aquello de «no agitar viejos rencores» o «abrir heridas cerradas», quisiera oír y sentir la denuncia de la barbarie, de las tropelías cometidas por los talibanes de la época, quienes cual cruzados, justificaban sus atrocidades y fechorías, como daños colaterales en la consecución de su particular causa.

Así pues, recordando la memoria de mi antecesor, y teniéndolo siempre como referente, mi única pretensión es transmitir los padecimientos vividos y la entrega poco reconocida de aquellos demócratas anónimos, que pagaron con su vida la lucha por los derechos y libertades de los que hoy disfrutamos.

…Y queremos contar la maravilla / ciega para los otros, a nuestros ojos clara,/ en donde la memoria ha detenido / como un pintor, un gesto de la mano, / una sonrisa, un modo breve de saludar. / Pues poco a poco el mundo se vuelve impenetrable, / los ojos no comprenden, la mano ya no toca / el alimento innombrable, lo real.