Lentejas

Emilio R. Pérez DESDE EL ALTO

LUGO CIUDAD

02 abr 2020 . Actualizado a las 08:35 h.

Hace ya bastante tiempo que aburrí los dulces navideños. Es por ello que, pasado enero, año tras año van quedando ahí olvidados hasta el día en que me acuerdo y me deshago de ellos. Ni los probaba, chico. Pues bien… ya me despaché una caja de mazapanes y le metí un hachazo a la de polvorones que la dejé temblando. Me da que en breve empezaré con los turrones. Tengo cuatro. Yaaa… ya sé que no es muy de recibo someter el cuerpo a estos caprichos a destiempo; pero bueno, no hay problema, me acojo a alguna ley o real decreto y me los zampo con carácter retroactivo.

Resumiendo. Como en casa yo no tengo cinta, bici ni aparatos, y como hacer deporte en la escalera encierra un cierto riesgo; bajo, pero riesgo al fin y al cabo, me instalo en modo sedentario, inerte tóxico total, y mejor asumo el riesgo de poner el body en plan bidón. Así que en cuanto acabe esta penosa cuarentena acaso tenga que bajar por la escalera porque no cabré en el ascensor.

Me he permitido la licencia de banalizar nuestro encierro y enfocarlo con humor, recurriendo a temas triviales como el que acabo de narrar; pues, como estarán todos ustedes, estoy muy hasta el moño de esto y ardo en ganas de que el hado del telón tan deseado caiga y ponga fin al drama. Así es que, sin querer faltar con ello a nadie, dadas las presentes circunstancias, ahí les dejo esa bobada. Si he arrancado una sonrisa ya me vale.

Es como comer lentejas a diario: si quieres las comes y si no las dejas; y como el hambre aprieta, hay que comerlas. Así es que, o amaina un poco el panorama, Dios lo quiera, o la próxima semana… lentejas otra vez en mi ventana.