Arde Lucus, o como la política se viste de resto arqueológico

enrique g. souto lugo / lA voz PULSO LUCENSE

LUGO CIUDAD

19 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

En Lugo ocurre otra vez el Arde Lucus y hay gentes de la política que viven horas felices vestidas de resto arqueológico, así de legionario como de loca del foro. Es una caracterización que permite distinguir con claridad a los que aún tienen recorrido en el mundo de la política y a los que ya son en él pura arqueología, aunque sean jóvenes y lucidos. Ajenos al disfraz, los gatopardos de la política lucense observan y sonríen porque, como el personaje de Lampedusa, saben que ellos fueron/son «los leones» y que quienes los sustituyen son «chacalitos y hienas». Y, por serlo, están condenados al fracaso; los salva la dulce molicie de casa patricia que se vive en el PP local.

Leiceaga, titubeante aspirante socialista a la presidencia de la Xunta, vino a pasear por el decorado romano que fue (aún es) Lugo estos días y se agarró a la besteirista alcaldesa Lara Méndez como el náufrago a la tabla salvadora. Y eso que Méndez, políticamente, es una tabla con mil agujeros empeñada en salvarse a sí misma, incluso a costa de su propio entorno. Pero a Leiceaga le sirve para asomar la cabeza en el concurrido escenario que es el Arde Lucus; es una bocanada de aire más para resistir hasta octubre. El observador creyó leer en la mirada, escéptica y profesional, del ex ministro Blanco sobre la escena del peloteo de Leiceaga a Lara Méndez un diagnóstico certero del estado de coma en el que se encuentra su partido. Parece que a Blanco, especialista en campañas electorales, nadie le ha pedido consejo en su partido en esta carrera hacia las urnas; por el contrario, alguien limitó su participación en la campaña a un acto en plaza de segunda.

Leiceaga vino a Lugo a dejarse pasear por el Arde Lucus como en su día vinieron Zapatero y Touriño a apoyarse en Orozco en San Froilán. El gatopardo Orozco impulsó a Zapatero y a Touriño hacia los sillones presidenciales. Pero Lara Méndez está a muchas bibliotecas de distancia de Orozco; tampoco Leiceaga es Zapatero. Ni siquiera Touriño. Por eso el gatopardo Blanco mira con sereno escepticismo el estado del PSOE. Y, por lo que pueda venir, evita vestirse de resto arqueológico; sabe bien que están condenados al museo. Incluso en Arde Lucus.