Lugo armó el taco de precisión

Marcos Pichel LUGO

LUGO CIUDAD

FOTOS: PRADERO

Ayer se clausuraron en la ciudad amurallada los campeonatos de España de billar pool, que se celebraron en el recinto ferial durante toda la semana

08 jul 2007 . Actualizado a las 07:00 h.

Al cigarrillo apoyado en la comisura de los labios. Un trago de la botella de cerveza en cada pausa. Humo, penumbra. Apuestas. Imágenes del billar que el cine ha grabado en el inconsciente colectivo. Ni un atisbo de coincidencia con lo sucedido durante toda la semana en Lugo. La ciudad amurallada acogió los campeonatos de España del deporte de las carambolas (y no hablamos de las que se deben dar para que ciertos equipos ganen alguna vez la Liga) para demostrar que el ambiente de tugurio, de antro, no es más que un estereotipo del pasado. En el Pazo de Feiras e Congresos de Lugo, sede del evento, no existe lugar para el humo. Para calmar el ansia, en los descansos entre partidas, eran habituales las carreras al exterior. Techos altos, grandes dimensiones, espacio... 3.500 metros cuadrados sobre los que se alineaban, una a una, hasta 86, las mesas en las que se dirimían los honores por ser los mejores del país (y eso también significa hacerse un hueco entre los mejores del mundo) en las diferentes categorías: bola ocho y nueve, individual, por equipos, el Open Internacional... Concentración máxima Las partidas se sucedían de forma simultánea, hasta tal punto que, en los primeros estadios de la competición, a los árbitros se les acumulaba tanto el trabajo que debían vigilar varias mesas a la vez. El silencio es fundamental, esencial para maquinar la triangulación perfecta. Roto sólo para celebrar una carambola imposible, un tanto victorioso, un triunfo final... El público no dejó de ocupar las gradas que permitían observar con detenimiento las jugadas. Figuras de talla mundial, entre las que sobresalía el español multicampeón David Alcaide, merecían su atención. Representantes de hasta 22 países. Más de 1.000 almas en dura pugna por ser el más preciso con el taco, armándolo, calibrándolo, guardándolo en sus maletines cual violinista con su preciado instrumento de trabajo. Clones de Paul Newman en El buscavidas, en busca del premio económico, sin duda, pero también del honor del triunfo. Una Las Vegas en miniatura trasplantada a la vera del Miño. Algunos pueden incluso ejercer como profesionales. Los honores se quedaron en España. Huelga decir que los títulos nacionales fueron para jugadores con nacionalidad española, Perogrullo dixit. El plato fuerte, la final más esperada, la que reunía a una selección de especialistas global, la del Open Internacional, también se guardará en la piel de toro. La dirimieron Carlos Cabello y Raúl Hebles, que antes habían hecho lo propio en la de bola nueve. Hebles, de Cataluña, dio dos veces para alzarse con ambos títulos.