«Para qué se quiere una Lei de Montes si no se cumple»

BECERREÁ

Carlos Castro

María Luisa, vecina de Vilar de Cancelada, en Becerreá, explica el abandono que viven en el rural lucense

04 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

María Luisa, conocida como Mae, es natural de Alicante pero vive con su marido y sus dos niños pequeños en Vilar de Cancelada, en Becerreá. Ingeniera de profesión, aunque no ejercer por el cuidado de sus hijos, no dudó en denunciar el pasado martes ante los medios el abandono que sufrían en la aldea, sin luz desde la madrugada del sábado al domingo. «No dan facilidades para vivir en el campo, y así no se favorece la natalidad».

Gracias a la colaboración de su vecino, José Luis, en su casa pudieron mantener el congelador lleno de carne, algo prioritario frente a la falta de luz en la vivienda o, incluso, a la calefacción, y eso que cuida de un bebé y una niña de dos años. «Aquí hay caminos en los que no se podrá entrar en cinco años, no sé, para qué sirve la Lei de Montes si no se cuidan ni se limpian», explica Mae.

Como explicaba su suegra, «en vez de ir cara adiante parece que imos para atrás», recordando que en sus 80 años de vida en la aldea la luz había faltado como mucho seis horas, pero no cuatro días. «Además de estar sin luz y de que no te den explicaciones ni te cojan el teléfono, tienes que comprarte un grupo electrógeno, y este gasto quién te lo paga», se queja María Luisa.

Paseando por Vilar de Cancelada el pasado martes solo se escuchaba el ruido estruendoso de los grupos electrógenos movidos por combustible, con un gasto de unos 10 litros al día. Los vecinos que no lo tenían recibían la ayuda de los que lo habían comprado por unos 700 euros. Empalmes y enganches cruzaban las casas para mantener al menos los congeladores o para bañarse en agua caliente. «Tanto que cobran coas facturas e coa subida da luz, pero non reforzan o persoal na invernía, nótase que somos poucos clientes e que o noso consumo non lles importa, se fosen grandes empresas seguro que o amañaban rápido», se quejaba una vecina de Vilar.

José Luis resume la situación: «Hai trinta anos eramos 90 veciños e o monte ou estaba limpo, ou se botaba centeo, trigo ou patacas; hoxe está todo abandonado, só quedamos 12 veciños».