Alejandro Fernández: Un árbol de Baralla cuya sombra arropó a todos

La Voz REDACCIÓN / LA VOZ

BARALLA

20 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Le gustaban los árboles. El olor de la madera. Cuando era niño jugaba al balón entre los troncos del aserradero de su abuelo. Ese fue el germen sobre el que Alejandro Fernández Rodríguez levantó una de las empresas de aserrado de maderas nobles con mayor prestigio de Galicia, Maderbar. Pero él mismo era como un roble, el árbol sagrado de los celtas que da cobijo a todo el que se acurruca a su sombra. Porque Alejandro era un hombre bueno. No solo era el mejor, hacía mejores a todos los que se le acercaban. Su risa era un arma que desenfundaba cada vez que veía a alguien triste o alicaído. Nunca estaba enfadado. Esquivaba las bromas con su «¡xa estades!». Con él nunca faltaba un motivo para brindar.

Lo dicen sus amigos, los de toda la vida. Esos que tenía incrustados en sus raíces de árbol fuerte, esos a los que portaba en el corazón y en la malera cada vez que se iba de viaje. Como también llevaba a toda su familia. Y no importaba que estuviera en EE.UU., Francia, Eslovenia o en Irlanda, a donde llevó la madera tratada en Baralla para hacer las barricas donde madura el Redbreast, uno de los mejores whiskis del mundo. Ese triunfo, como su boda con una gran mujer, como las dos veces en las que fue padre..., lo celebró con su familia y con sus colegas. Cada día. Con el grupo. En la comida del río en el San Vitorio; en la Festa do Viño, en Vilachá, en las vacaciones en Cádiz, en el Bar Centro o en el Garrido, viendo el fútbol... El domingo el Ángel Carro, lleno hasta la bandera, enmudeció para despedirle con honor. Baralla entera, y gente de más allá, lo habían hecho el día anterior.

Pero el verdadero honor de todos los que le echaremos de menos fue haber podido contar con su amistad. Alejandro no habría deseado que nada nos borrara la sonrisa, ni su marcha. Pero eso, amigo, es complicado. Dicen que uno nunca se va del todo mientras lo recuerden. A ti te recordarán siempre. La sombra que has dado a todos es muy grande. Es la sombra de un árbol sagrado. Amigo, contigo, de aquí a la eternidad.