Reunión

Antón Grande

LUGO

11 abr 2025 . Actualizado a las 21:51 h.

Cuando llegan estas fechas de la llamada Santa Semana, muchos lucenses, al igual que otros tantos españoles, se preparan, o están ya en camino de esas rutas o esas vacaciones, ya sea en la playa o en la montaña, para intentar evadirse de lo cotidiano, o descansar, como dicen en un eufemismo que en el fondo simplemente significa consumo, dejar la tarjeta de crédito bailando y, si acaso, venir cabreados de vuelta a casa. Son esas cosas que tienen estas vacaciones.

En mi caso, me reuniré con mis compañeros de los Maristas para celebrar que, a pesar de los pesares, aún estamos vivos, que no fuimos tan burros como por veces nos querían hacer, ni tan indisciplinados, quizá, eso sí, fallando algo en el tema religioso, pero aquí estamos, un año más, el Viernes de Dolores, reunidos, no en aquellos viejos pupitres de madera, en los que comenzamos a escribir con plumines que se esgallaban, igual es que vamos algo vejestorios, algún reglazo en la cabeza, otro poco de latín, porque por entonces se estudiaba latín, y mucha gimnasia y deporte para fortalecer el cuerpo y alejar a los espíritus de malas tentaciones.

Es lo que tienen estas reuniones, aunque hayan pasado cuarenta años, y todos los años lo mismo, y los mismos, ahí estamos, cumpliendo con nuestro encuentro anual, encantados de saludarnos, de vernos, de parrafear, y de chuparnos unos digestivos después de la comida, como corresponde a ciudadanos de cierta edad a los que, aunque les den trilita en los cubatas, vienen de mil batallas y tienen el cuerpo adaptado a lo que les echen. Y más si hace falta. Y sin que pase nada.

Ya digo, me encantan estas reuniones anuales con mis compas del colegio. Procuro no perderlas. Y no les cuento más.