Me ronda hoy la cabeza una quimera: de ser posible, ¿experimentaríamos la misma sensación al despertar, de ser sedado nuestro organismo esta mañana o en el momento del Big Bang? Ojalá que el tiempo se quedara quieto de una vez para poderla resolver. El tiempo, ese concepto abstracto siempre en movimiento, esa incógnita, ese misterio al que solo conocemos por la letra t en fórmulas diversas. Y ya que estamos con el género fantástico, otra: imagínense que los satélites y los planetas dejaran de repente de dar vueltas. Sería estupendo de no haber por medio mil catástrofes siderales, ¿no es cierto? Cosa imposible, por supuesto; pero andamos con lo fantástico, les recuerdo. Sueñen. Siempre verano o primavera, o día o noche dependiendo de donde toque. Ya no gira nuestra esfera y nadie cumple, ¡viva la vida eterna! Pues creo que no, queridos, no son más que referencias. Seguiríamos arrugándonos pero con cero años en el ombligo. El tiempo es algo más que simples vueltas, algo que se escapa a nuestras cabezas. Pararse el tiempo, según mi personal criterio, sería haber pasado al otro lado por ensalmo, ser dueños absolutos de nuestros deseos y pensamientos, omnipotencia y omnipresencia, la pureza más absoluta, armonía perfecta. No haber masa, ni distancia, ni momentos, ser todo y nada. Sería comprender el infinito, sería serlo, prescindir del Universo, haber llegado al cien por cien nuestro cerebro. El tiempo quieto sería otra vida, la vida eterna, comprender que, al fin y al cabo, la quimera es esta… Ejem… Vi ayer en mi ventana Más allá de los sueños. El género fantástico me perturba, así que hoy veré por Netflix una de vaqueros.