Estas son las fechas de los propósitos, de los buenos que uno pretende para mejorar a lo largo del año. Ya dejé escrito anteriormente que yo no los hago porque sé que no los cumpliré, pero si es de esperar que al menos los políticos tengan buenos propósitos para este año que ha comenzado, que no hagan como yo, y los lleven a cabo. Como aun quedan bastantes meses, tienen tiempo para proponérselo, llegar a acuerdos y no torpedearlos, y hacer realidad esa playa fluvial que tanto ansían los lucenses y que cada vez se oculta más en la lejana bruma.
Tampoco estaría de más que nuestros mandamases se propusieran llegar a una solución definitiva sobre esas Caldas a orillas del Miño, que quisieron ser y que fueron flor de una semana, que es lo que duraron, y que al menos sirvan para disfrutarlas por completo durante el verano, que igual, digo yo, es pedir mucho.
Como pedir mucho igual también es que finalicen de una santa vez las obras que mantienen en pie de guerra al centro de la ciudad, que se han cobrado ya varias víctimas caídas en combate en las engañosas losetas levantadas una y otra vez, en una batalla que parece no tener fin.
En el listado de buenos deseos tampoco debería faltar que se dejen de poner zancadillas y politiqueos de aldea, y se actuase ya sobre el cuartel de San Fernando para lograr por fin, antes de que finalice el año, ese esperado Museo da Romanización. Y ya para no hacer largo el peticionario, habría que incluir la Estación Intermodal como una realidad que conllevase un mayor movimiento de trenes, tanto los de lejanías como los de cercanías, tan necesarios. A ver si hay suertecilla.