Jo, jo, jo

Emilio R. Pérez DESDE EL ALTO

LUGO

08 dic 2021 . Actualizado a las 17:00 h.

En las casas de ahí enfrente, los de siempre ya han colgado ese muñeco de Papá Noel trepando a la ventana sigilosamente. Da un poco de pena verlo así, tan fofo, tan cutre y desvalido a la intemperie. Con todo los respetos para todos los obesos o que sufren sobrepeso, no comprendo cómo un tío tan gordo puede mantener el equilibrio, aguantar su orondo cuerpo a pulso o colarse limpiamente dentro de una chimenea sin quedarse ahí obstruido; o, si es amplia, no pegarse el zurriagazo y chamuscar su culo rojo. No, no me lo explico. Y a sus años... Será que, como pasa con los Reyes Magos, tiene magia, y aparte de la ubicuidad tiene el don de la elasticidad. También pudiera ser que como tiene cara de empinar el codo pase el día dando al prive y por la noche ya se sabe: jo,jo,jo y cogorza de órdago a la grande. Y así cualquiera. Sea como fuere, yo nunca le encargué el transporte de regalos navideños a ese hombre, imité a mis padres y lo confié toda la vida a los Reyes Magos; no tan solo porque pienso que su magia es más sutil y porque son más veteranos, sino también porque ya hacían sus repartos hace unos dos mil y pico años y nunca me fallaron. De este otro, sin embargo, no hay memoria histórica en el ramo.

Otra cosa muy distinta son las luces. Este año el número de luces que instaló el Concello por las calles se acercó al millón; ni de lejos se aproxima al flash de Vigo, claro, pero al precio que anda el MW es un pastón. Eso creo. Aunque en mi factura de la luz no he percibido hasta la fecha un estropicio, por si acaso yo aún no he puesto el árbol. Llámenme también cutre, pero en mi ventana aquí en el alto me lo estoy pensando.