La parroquia de Montecubeiro, en Castroverde, se le quedó pequeña e este lucense que, huyendo del franquismo, encontró su destino en el país de las oportunidades
01 ago 2010 . Actualizado a las 02:00 h.Vive en Los Ángeles, en un distrito contiguo a Hollywood, y ocupa la subgerencia de una franquicia de la inmobiliaria internacional Remax. Aunque no quiere confesar su edad, hace 47 años que Indalecio López Casal hizo las maletas y abandonó su Montecubeiro natal, en Castroverde, para conseguir un futuro mejor.
-¿Cuánto tiempo lleva ya en los Estados Unidos?
-40 años.
-¿Fue América su objetivo desde el primer momento?
-Jamás pensé en los Estados Unidos, pero ahora adoro este país. Es mi segunda patria.
-¿En qué sitios estuvo antes?
-Viví tres años en Barcelona y luego me fui a Tenerife. Pero pronto me aburrí de España y me marché a Chile, donde estuve dos años y medio. Y de ahí a México, pero allí solo pude estar ocho meses y con la condición de turista.
-¿Cómo entró en los Estados Unidos?
-Entré con la idea de arreglar los papeles para quedarme legalmente en México, pero en los meses que pasé allí me di cuenta de que me gustaba aquel país y me quedé. Empecé a trabajar como diseñador de moda y me dieron el permiso de residencia.
-Ahora es el subgerente de una franquicia de la inmobiliaria multinacional Remax. ¿Cómo llegó hasta ahí?
-Estudié un curso de bienes y raíces para obtener la licencia de agente inmobiliario y, poco después, entré en Remax. Ya llevo en ella 24 años.
-Al principio debió de ser dura la adaptación ¿Qué era lo más echaba en falta de aquí?
-Al principio, todo en general: la familia, los amigos, la comida... Y todavía sigo extrañando muchas cosas. El cambio fue muy brusco. La libertad allí era muy grande, pero yo tenía la barrera del idioma porque entonces había muy pocos latinos en California y yo no hablaba inglés.
-¿Se adaptó pronto?
-Es que, al no entender el idioma, no podía comunicarme. Incluso pasé seis meses comiendo pastel de manzana porque era lo único que sabía pedir. Pero luego comencé a ir a la escuela de idiomas y allí sí empecé a hacer amigos.
-¿Cuántos idiomas habla actualmente?
-Inglés, español y un poco de portugués e italiano.
-Indalecio... ¿no se le está olvidando el gallego?
-[Entre risas] Ah, claro, por supuesto. Cuando vengo a Galicia, los primeros días me cuesta acostumbrarme al idioma, aunque luego intento utilizarlo todo el tiempo.
-¿Por qué tomó la decisión de emigrar?
-En primer lugar, porque aquí no había futuro. Y en segundo, porque soy un enemigo empedernido de las dictaduras. Por eso también me fui de Chile cuando Allende instauró el comunismo.
-¿Cómo era la Galicia que dejaba aquí?
-Muy pobre. En las zonas rurales no había ni luz, ni carreteras, ni nada.
-Antes de marcharse de Galicia, usted vivió una temporada en Lugo. ¿Qué recuerdo guarda de la ciudad?
-Era muy joven, pero recuerdo que las mujeres de la aldea venían a la ciudad a vender leche y hortalizas.
-¿Había mucha represión?
-No recuerdo mucho de eso porque la dictadura que yo he vivido ha sido más leve. Aun así, en Barcelona me metieron dos días en la comisaría por contar un chiste de Franco.
-Desde que se instaló en Los Ángeles, ¿cuántos años pasaron hasta que regresó a Galicia?
-Volví a los tres años y desde entonces siempre he viajado cada dos años, al principio, y luego, todos los años.
-En esa primera visita, ¿ya notó cambios?
-La primera vez que vine no noté cambios. De hecho, la primera televisión que hubo en el pueblo fue la que yo compré. Fue después de la muerte del dictador cuando se empezaron a hacer carreteras y comenzó a haber prosperidad a nivel privado.