La escuela rural más antigua del sur de la provincia cumple 300 años

Francisco Albo
francisco albo MONFORTE / LA VOZ

SOBER

El escritor José María Lago (al fondo, a la derecha) dirigió una visita guiada al edificio que albergó la antigua escuela de la parroquia de Pinol, que estuvo activa durante cerca de un siglo y medio
El escritor José María Lago (al fondo, a la derecha) dirigió una visita guiada al edificio que albergó la antigua escuela de la parroquia de Pinol, que estuvo activa durante cerca de un siglo y medio CEDIDA

Descubren la historia olvidada de un colegio creado en Sober en 1724

27 may 2024 . Actualizado a las 19:40 h.

En el municipio de Sober se celebró ayer una jornada para conmemorar el 300 aniversario de la fundación de la escuela rural más antigua que conoce hasta ahora en el sur de la provincia, creada en la parroquia de Pinol en 1724. La historia olvidada de este colegio fue reconstruida por el escritor José María Lago Bornstein, quien en el 2013 publicó el libro La escuela de Proendos, en el que rescató la memoria de otro centro educativo pionero creado en el siglo XVIII en otra parroquia de Sober. «Pero la escuela de Proendos se fundó en 1727, y no empezó a funcionar hasta 1730, mientras que la de Pinol es varios años más antigua», señala.

En sus investigaciones, Lago comprobó que el edificio que albergó la antigua escuela de Pinol se conserva todavía —aunque en estado de abandono— en el lugar conocido como O Ribado. La jornada conmemorativa, organizada por la asociación cultural O Colado do Vento, comprendió una visita guiada por el escritor a la iglesia de Pinol —vinculada a la fundación del colegio— y al edificio del antiguo colegio. Lago apunta que había encontrado una referencia a este centro educativo mientras investigaba la historia de la escuela de Proendos. Más adelante halló una documentación mucho más extensa sobre el colegio de Pinol en los archivos de la diócesis de Lugo.

Según descubrió en sus investigaciones, el colegio de Pinol fue creado por iniciativa del cura José Fort y Recuerda —o Joseph, según la ortografía de la época— que estuvo a cargo de esta parroquia desde 1689 hasta 1733, el año de su muerte. Lago supone que el sacerdote era de origen foráneo, ya que no pudo encontrar ningún otro ejemplo de estos apellidos entre los vecinos de Sober de esos tiempos. «Pinol era entonces un beneficio de los condes de Lemos y al cura de la parroquia lo elegían los propios condes, así que tal vez su origen tenga relación con esa influencia», dice.

Mandato testamentario

El párroco José Fort —continúa Lago— redactó en 1721 un testamento en el que dispuso la creación en Pinol de una escuela para niños en la que se enseñaría a leer, a escribir y a hacer cuentas, así como la doctrina cristiana. Pero la escritura de fundación del colegio se formalizó mucho antes de la muerte del sacerdote, en marzo de 1724. «No hay documentos que indiquen la fecha precisa en que empezó a funcionar la escuela, pero debió de ponerse en marcha entre finales de mayo y principios de junio de ese año, por lo que ahora se cumplen 300 años de sus comienzos», añade.

Para crear la escuela de Pinol, el párroco tuvo que conseguir un permiso del obispo de Lugo. Según sus disposiciones, el colegio debía estar en actividad durante la vida de tres maestros. La escuela de la parroquia seguía abierta cuando se publicó el Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar, de Pascual Madoz —aparecido entre 1845 y 1850—, que menciona su existencia. «El diccionario de Madoz dice que tenía por entonces 70 alumnos, que es un número muy considerable», indica José María Lago.

Siglo y medio de actividad

A raíz de las desamortizaciones y las revisiones de las propiedades de la Iglesia del siglo XIX se entabló un pleito acerca de a quién le correspondía la titularidad de la escuela de Pinol, que se prolongó entre 1852 y 1865. El colegio acabó siendo cerrado y sustituido por otro, tutelado por el Estado, que se estableció en sus cercanías en 1875. «Pero la escuela de Pinol estuvo activa durante cerca de un siglo y medio, y fue algo de mucha importancia en su época, porque supuso un avance en la educación y afectó también a la economía local», dice el escritor.

Un centro que ofrecía enseñanza solo a niños, no a niñas

La antigua escuela de Pinol, según los datos recogidos por José María Lago, ofrecía enseñanza a niños de 6 a 14 años de edad, pero no admitía a niñas. En esto se diferenciaba del colegio fundado unos años más tarde en la parroquia de Proendos, en el mismo municipio, que tuvo alumnos de ambos sexos. A su juicio, el fundador de esta otra escuela —el también sacerdote Pascual Pérez de Armesto— «tenía un proyecto más ambicioso y un programa educativo más ilustrado que el de Pinol».

Lago resalta por otra parte la excepcionalidad del hecho de que en esa época se hayan creado en Sober dos escuelas rurales. «En esos tiempos las escuelas de cualquier tipo eran aún muy raras en todas partes, aunque en Monforte ya existía el Colegio de la Compañía, fundado por el cardenal Rodrigo de Castro, que tenía alumnos de familias acomodadas pero también otros de orígenes campesinos», explica. «Pero el colegio de Monforte estaba regentado por los jesuitas y seguía un modelo que no tenía nada que ver con el de las escuelas rurales de Sober», añade. El escritor dice asimismo no haber encontrado ningún otro rastro de la existencia de colegios rurales en esa época en el sur de la provincia. La escuela de Pinol, según los documentos históricos, acogía también a alumnos de las localidades de Santiorxo y Bulso, que en esos tiempos eran anejas a esta parroquia.

Contexto social e histórico

El escritor, por otro lado, considera muy singular que en el contexto de la sociedad de época y en localidades rurales como Pinol y Proendos se ofreciese a los niños la posibilidad de asistir a una escuela, aunque fuese para recibir una formación elemental. «En aquella época un chaval de 10 años era mano de obra y llama mucho la atención que las familias campesinas aceptasen prescindir de ellos durante varios años para que estudiasen en vez de estar trabajando en el campo», comenta.

En opinión de Lago, la fundación de la escuela de Pinol obedeció ante todo a un propósito piadoso del párroco José Fort. «A su muerte dejó encargadas mil misas en su memoria y la creación de la escuela fue seguramente otro modo de ganarse el cielo, pero pese a ello el colegio que fundó tuvo una importante repercusión, porque ayudó a reducir el analfabetismo y sirvió para que algunos vecinos progresasen económicamente», concluye.