La Chacinera, principio y fin

Gonzalo Rodríguez MONFORTE

A POBRA DO BROLLÓN

Aspecto actual de la antigua chacinera de Monforte, después de décadas de abandono
Aspecto actual de la antigua chacinera de Monforte, después de décadas de abandono GONZALO RODRÍGUEZ

Así fue la productiva vida de la principal empresa cárnica de Monforte

22 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

A principios de los años 40 del pasado siglo llega a Monforte procedente de Cataluña Juan Font Feliu, valido de la empresa cárnica Roura, para construir una fábrica de embutidos y conservas a la que llamaría Compañía Industrial Chacinera. El futuro gerente va comprando solares y terrenos irregulares adyacentes a la calle de Gullade (la prolongación de Escultor Francisco Moure), en la zona conocida como Cuatro Vientos.

En el año 1943 se da el pistoletazo de salida a las obras de la fábrica. El contratista del complejo era Venancio, el Catalán, (por ese último sobrenombre se le conocía). Y estuvo hasta su jubilación a pie de obra, pues en la constante prosperidad de la empresa había que hacer nuevas naves y modificar otras. Lo sustituye su yerno Francisco, también catalán. Su última obra fue la Residencia Hogar San José, que sigue en funcionamiento en su ubicación original de la calle Doctor Casares.

El agua, elemento imprescindible para la construcción, fabricación y demás trabajos a seguir en la Chacinera, no afloraba en los terrenos baldíos del recinto. La solución se encontraría en Gullade, donde el regato llamado Mamuíñas, que discurría plácidamente por las faldas del monte Marroxo sería el gran benefactor del proyecto, conduciendo sus aguas en tuberías por una zanja paralela a la carretera hasta el enlace con el camino de A Chá, que las llevaba hasta la misma obra. A veces, algún verano que otro el Mamuíñas se encontraba bajo de caudal y había que recurrir a un camión cisterna para que le donase un par de tanques con los que ir tirando.

La fábrica tenía ochenta metros de fachada y cuatro plantas y por detrás unos edificios adosados. Contaba con una vivienda para el encargado general, matadero, garaje, talleres de carpintería, mecánica, electricidad y comedor. Las distintas secciones de la fábrica estaban dirigidas por personal catalán altamente cualificado.

Hombre de confianza

El comprador oficial, que abastecía de carne a la fábrica era un vecino de la calle Chantada conocido popularmente como Manuel, el de las Vacas. No era empleado de la fábrica, pero sí una persona de total confianza de la empresa. Tenía en la provincia de Pontevedra personal de mano que apalabraba la compra de ganado vacuno, abundante en aquella zona. Al llegar, Manuel solo les tenía que pagar lo acordado y facturar por la Renfe dos o tres «transfesas» llenos de reses.

Manuel tampoco faltaba a las concurridas ferias que entonces se celebraban en toda esta área: las de Castro Caldelas, Ferreira, Escairón, Sober y la estación de A Pobra do Brollón, además de en las cuatro mensuales de Monforte. En todas estaba él acaparando todo lo posible.

El producto estrella de la fábrica era el salchichón tipo Vich. Le seguían el «Rapaz» y «Xa chegou o porco». En cuanto a chorizos, los mejores eran los tipo Salamanca, Pamplona y Cantimpalo. Entre los productos envasados había jamón york, mortadela, butifarra, fuagrás y salchichas. También se elaboraba en esta fábrica uno de los subproductos de la margarina, de la que las fábricas de galletas de la localidad palentina de Aguilar de Campoo daban buena cuenta.

Tenía la chacinera representantes en varios puntos de España y su mercancía llegaba puntualmente a Sevilla, Madrid, Barcelona, Zaragoza y Bilbao. Una vez a la semana salían grandes frigoríficos con carne de vacuno descuartizada para Madrid y el País Vasco. Tino Santalla, como se hacía llamar, era natural de Larouco y se instaló en Monforte exclusivamente para hacerse cargo del transporte que la chacinera le proporcionaba, sumando ambos una gran flota de camiones para atender la demanda.

A finales de los años 60, las vacas gordas van a menos. Con la concentración parcelaria, el minifundio ya no es rentable. La nueva maquinaria agrícola, y sobre todo el tractor, hace que el trabajo animal pierda importancia. Por lo tanto, la trabajadora vaca marela va desapareciendo, y los cerdos que venían de Benavente toman las de Villadiego.

La última bocina

A la vista de lo que se avecinaba, se empiezan a importar carnes de vacuno de Argentina y cerdos de Polonia, pero su calidad no podía compararse con la gallega. Eran tiempos difíciles, el principio de un fin anunciado. Algunos de los 150 empleados empiezan a desfilar hacia el paro obrero. Un mal día del año 1969, el sonido de la bocina de la chacinera vuela por encima de los Cuatro Vientos llevándose consigo todo el buen hacer de la vida de una industria con sus altos y bajos. ¡Qué pena, quién te ha visto y quién te ve!