Nuestras mascotas

María Elena Hermida TRIBUNA

LEMOS

20 may 2020 . Actualizado a las 18:07 h.

No sé si ustedes tienen un perro por mascota o una mascota por perro. Lo que sí me consta y recuerdo es que yo conviví con un perro; un perro grande, hermoso, soberbio, allá por mi lejana niñez, cuando mis abuelos poseían una finca también grande y hermosa en la comarca de Lemos a pocos kilómetros de Monforte. Aquel perro, naturalmente, cumplía su oficio de guardián, no de mascota ni nada parecido.

Aquí en este Madrid donde llevo confinada muchos años, pues la morriña no hay quien me la quite, desde que dejé a Nick, así se llamaba el perro, entonces apenas existían estos animales en las casas. Pero ahora, desde que la soledad se ha impuesto en nuestros hogares, nos buscamos una mascota en la ingenua creencia de que pueda sustituir de alguna manera la ingrata dispersión de nuestros familiares. Y el perro ha llegado a ser un personaje tan importante que hasta nuestro Gobierno le concede la prioridad antes que al amo en estos tiempos de pandemia. Eso es como decir antes el animal que el humano. Tremenda contradicción a nuestro entender, pues siempre se ha dicho y se ha entendido que el animal ha sido hecho para el hombre, no el hombre para el animal.

En una ciudad como Madrid o en cualquier otra, aunque menos extensa, el perro ensucia las calles con sus micciones y excrementos hasta hacerse insoportable el hedor cuando salimos a la calle, no a pasear sino por obligación.

No es mi intención arremeter contra los perros. Pero eso sí, quisiera que nos indique el Gobierno si debemos ponerles una mascarilla canina o plásticos en las patas para quitárselos al llegar a casa. Al fin y al cabo todo es aprendizaje y ¿quién se resiste a aprender?