Ana Isabel Gutiérrez Salegui, psicóloga forense: «Cuando un hombre es atractivo, la tendencia es a que la sentencia le favorezca; con las mujeres, no pasa»
SALUD MENTAL
La profesional, colaboradora de la Asociación Clara Campoamor, conoce bien las dinámicas y los sesgos de este tipo de jurados salidos de la ciudadanía; un mundo sobre el que asegura que hay «muchos mitos»
23 nov 2024 . Actualizado a las 11:19 h.Ana Isabel Gutiérrez Salegui es psicóloga forense y mucho más. Colabora con la Asociación Clara Campoamor, una entidad habitualmente personada como acusación en juicios seguidos masivamente a nivel social como fueron, por ejemplo, el del asesinato de Diana Quer o el caso Asunta —ambos, por cierto, resueltos tras la deliberación de un jurado popular—. Es solo parte de su formación, que también incluye la especialización en psicología Social. Entre lo mucho que ha publicado, también figura el análisis de los factores psicosociales en los jurados populares; sus mitos y sus sesgos. Jurados como el que se debate si los acusados de Samuel Luiz son culpables o no de los cargos que pesan contra ellos. Con ella hablamos sobre falsas creencias, como esa tendencia a pensar que un jurado popular tiene más probabilidades de equivocarse. Sin embargo, ella tira de literatura científica, entre ellas las conclusiones de Kalven y Zeisel que concluyeron hace ya décadas, tras revisar más de 3.500 casos, que en el 78 % de las veces las conclusiones de un jurado popular son las mismas que las de un tribunal profesional. Ella aporta ciencia a un mundo en el que demasiadas veces se recurre a teorías pseudopsicológicas.
—En esto de la psicología social, usted misma dice que tiene mucho de intuitiva pero poco de experimental. ¿A qué se refiere?
—La psicología social, dentro de la psicología jurídica, se dedica, entre otras cosas, a estudiar la veracidad de muchas creencias populares. Tenemos muy establecido que todos, y más los miembros de la administración de justicia e incluyo tanto a abogados, como a jueces o fiscales, son capaces de, solo con ver a una persona, deducir su postura ideológica respecto a un delito; o si miente o está siendo sincera. En teoría lo hacen a través de, por ejemplo, la comunicación no verbal o aspectos sociodemográficos. Y, a veces, las investigaciones con experimentos nos demuestran que pasa todo lo contrario a lo que creemos. En el mundo del tribunal de jurado, hay muchísimos mitos. Por ejemplo, que tienen más posibilidades de equivocarse que un jurado profesional. Sin embargo, cuando vemos la concordancia entre sentencias, cuando buscamos cuántas de ellas han sido revisadas por las audiencias, no hay tanta discrepancia.
—No sé si molesta a abogados, jueces y fiscales que se les recuerde que sus intuiciones no tienen base sólida.
—Pero porque no hay tanta discrepancia. Para empezar, el tribunal del jurado son una serie de señores que pueden proceder de cualquier profesión y de cualquier perfil, sí. Pero ahí asesorados por abogados, por el ministerio fiscal, está también el juez apoyándoles. Si bien son ellos los que determinarán si una persona es inocente o culpable, hay un arrope por parte de la administración de justicia. Es el sistema el que permite que esto acabe siendo muy concordante. No quiero decir que lo hagan tan bien como los jueces y fiscales, lo que digo es que existe la idea de que simplemente son nueve señores que se juntan y deciden. Y no. Están apoyados por el sistema de la administración que hace que tengan un fiscal explicándoles las cosas; los abogados de ambas partes, explicándoles también; un juez dirigiendo. Eso hace que acaben confluyendo y haya cierta convergencia entre los dictámenes del jurado con los dictámenes de un tribunal profesional.
—Está esa frase que dice «si soy inocente, que me juzgue un juez; si soy culpable, que me juzgue un jurado», ¿qué opina?
—Que eso no es cierto. Realmente, un procedimiento judicial tiene muchísimo que ver con la labor que hagan ambos letrados; con la labor que haga el ministerio fiscal. Realmente, lo que acaba saliendo en las testificales está muy relacionado con el tipo de preguntas que hacen aquellos que están extrayendo la declaración, que son el abogado y el fiscal. Por tanto, la tendencia va a tener más que ver con la calidad letrada y de la intervención del fiscal que con que piensen libremente los jurados.
—¿Cómo funciona la psicología dentro de los procesos de deliberación de un jurado? Porque imagino que habrá personas que tiendan a liderar y, en el otro lado, personas que tal vez rehúsen el conflicto y prefieran dejarse llevar.
—Mira, el mayor ejercicio de psicología del jurado está reflejado en Doce hombres sin piedad, donde se ven todos esos procesos psicológicos y donde te das cuenta de que es difícil mantener una postura cuando el resto del grupo tiene un posicionamiento contrario. Porque todos tendemos a intentar integrarnos. Si te topas con una persona muy directiva, pues te puede costar mantener tu postura. Pero también es verdad que todos estos miembros de un jurado son muy conscientes de que no saben lo suficiente de medicina o de antropología, por lo que escuchan mucho a los peritos. Escuchan más atentamente y, en ocasiones, incluso mejor que los tribunales profesionales. Porque estos últimos, como ya los han escuchado muchas veces, creen que ya saben lo que se va a decir.
—Hablemos de mitos sobre las personas que conforman un jurado. Por ejemplo, que las mujeres son más 'blandas' o que la edad nos vuelve intolerantes.
—Son estereotipos que podríamos tener todos y que proceden del imaginario popular. Pero ocurre que, cuando intentas probar eso en una investigación, se descubre que no es cierto. El hecho de ser mujer no te hace más blandita, para nada, sino que va a depender de muchos otros factores. Tener más edad, tampoco te hace más intransigente. Tienes la misma capacidad para ponerte en el lugar de los intervinientes, ya sean acusados o víctimas. Donde más influye esto es en el voir dire, que es el cribado que hacen los abogados a los miembros potenciales de un jurado. Ahí se utiliza poco la psicología y mucho las pseudocreencias. Por ejemplo el «yo sé distinguir, y si cojo mujeres, como es un delito sexual, me irá de determinada manera». Pues no, no funciona así. No va a asociado a datos sociodemográficos.
—Sin embargo, ¿hasta qué punto se puede influir en un jurado popular a través de un alegato final?; ya sea con un discurso muy elocuente o apelando a la emocionalidad. Por ejemplo, que alguien se derrumbe o se ponga a llorar desconsolado.
—No sé si recuerdas el caso del asesinato de Isaac López, un chico de 18 años que era rapero y fue acuchillado en Madrid. Entre los acusados había menores y había una persona mayor de 18 años. El tribunal del jurado impuso una pena a los menores relacionada con la ley del menor y, al mayor de edad, se le condenó a prisión permanente revisable. ¿Qué ocurrió cuando se hizo la revisión en el Supremo? Pues que rebajó la pena; algo que nadie se esperaba. El jurado fue duro a pesar de que todos los acusados eran jóvenes. Era un perfil parecido a los autores del caso Samuel. También estaba el componente de delito de odio, en aquel caso relacionado con bandas y no con la homofobia, y quien rebajó la pena fue el Supremo y no el jurado popular, a pesar de que también hubo llantos.
—Resulta llamativo que se haya visto en determinados estudios que los hombres guapos reciban más sentencias absolutorias.
—Es cierto que influyen más las características del perpetrador que las características del jurado en sí. E influyen para todos. Sí se ha visto que cuando un hombre es atractivo, la tendencia es a que le favorezca. Sin embargo, esto no pasa con mujeres atractivas que son victimarias.
—En Estados Unidos se realizó una investigación en el que se observó que los jueces dictaban más sentencias exculpatorias después de las comidas y que, sin embargo, eran cada vez más estrictos cuando sus picos de hambre ascendían.
—Claro, piensa que los niveles de glucosa nos generan irritabilidad. Hay muchos factores por estudiar. Es muy probable que, por ejemplo, la falta de sueño influya. Pero son factores que nos afectan a todos, aunque algunos lo sufran en mayor medida. Si midiésemos esto en jurados y jueces nos encontraríamos con resultados similares, porque son factores psicobiológicos.
—Le he leído hablar sobre esa posible carga que puede suponer para un ciudadano tener que dictar una sentencia que pueda ser equivocada.
—Bueno. Yo he participado como perito en juicios como el del asesinato de Haro o el crimen de Lardero, crímenes contra niños en los que se suele personar la Asociación Clara Campoamor al igual que lo hace cuando las víctimas son mujeres. En el caso de Asunta fuimos la acusación, ya que no tenía padres que pudiesen ejercerla. Pues en estos casos, al jurado popular no les pesó esa supuesta carga. Cuando el crimen es muy terrible, y una vez se ha llegado a la conclusión de que el acusado es culpable de un crimen así, las personas son muy conscientes de que tienen la responsabilidad de apartar a los perpetradores de la sociedad lo más posible. En crímenes de esta naturaleza, cometidos contra personas de especial vulnerabilidad como niños o ancianos con discapacidad, no pasa. Pesa más la responsabilidad social; que esa persona no puede estar en la calle.
—Los jurados populares los tenemos asociados a crímenes especialmente cruentos y mediáticos, de entrada parece difícil que las mentes de sus miembros puedan llegar, si me permite la expresión, 'limpias'.
—Puede existir un cierto componente de rechazo social por parte del jurado, ¿pero hasta qué punto los jueces o los fiscales, los jurados profesionales, como humanos, no están ya de partida en contra de ese acto? Quieren esclarecer la verdad, son muy conscientes de que un inocente en la cárcel es un riesgo inasumible por parte del sistema, pero no viven en burbujas. Tienen la misma contaminación social que tiene Antonio el panadero, que forma parte del jurado. De hecho, en todo este tema de los sesgos y de esta contaminación mediática, se habla con ellos para que sean conscientes de todos estos factores, que están ahí, pero que a todos nos afectan por igual. ¿Tú crees que el juez del caso Bretón no estaba predispuesto, en caso de que se demostrase que él era el asesino, a imponer la pena más dura?
—Claro, pero siempre hay esa visión, quizás un poco esnob de decir: «Pero este ha estudiado».
—Yo creo que es importante ser consciente de que no vivimos en burbujas y que todos podemos tener ciertos sesgos. Nosotros, cuando empezamos a trabajar como peritos forenses, tenemos que partir de todas las hipótesis posibles. De que haya sido el autor, pero también de que tal vez no. Ser consciente de eso es la única manera de garantizar la asepsia en las conclusiones y en todo el proceso judicial. Pero hemos recibido el mismo bombardeo que ha recibido el jurado.
—¿Este campo de conocimiento de la psicología jurídica se basa exclusivamente en el análisis de sentencias o se han podido estudiar desde dentro los procesos, las dinámicas o las conductas que se dan en un jurado?
—Se han hecho muchos estudios, la mayoría de ellos en Estados Unidos. Allí tienen mucho más recorrido con los tribunales de jurado, de ahí que muchas veces tengamos estereotipos, porque también las películas son americanas. Pero no solo se han hecho análisis de sentencias, sino también estudios de cómo funciona la gente cuando hay un líder, cuando aparece una figura con relevancia social. Imagina que en el tribunal del jurado tenemos a una persona que tiene un cargo importante, que forma parte de una élite en algún sector. Cómo funcionamos en situaciones de este tipo se lleva estudiando desde hace más de cien años. Todo lo que dice la psicología jurídica está basado en estudios, muchos de ellos de tipo investigativo. ¿Cómo reaccionan cien personas si las colocas en determinada situación? Estas personas, formen parte o no de un jurado, van a reaccionar de la misma manera porque el factor que estamos introduciendo es el de una figura de relevancia. Todos estos estudios existen y forman parte de la psicología jurídica.
—Por llevarlo a un ejemplo. Imaginemos un jurado en el que están ocho personas que cobran el salario mínimo y de repente entra por la puerta Messi o Taylor Swift. ¿Qué va a pasar ahí?, ¿hasta qué punto esos ocho anónimos se van a amoldar a lo que opine esa élite?
—No se van a amoldar en absoluto y te explico el porqué: Taylor Swift y Messi serán considerados muy buenos profesionales, pero del fútbol o de la música. A nivel de desarrollo moral, por ejemplo, no hay ninguna hipótesis que nos haga creer que van a ser mejores. Tendría más relevancia si tuviésemos a alguien que en el pasado fue presidente de una diputación provincial, por poner un ejemplo, porque se le presupone un conocimiento.
—Entiendo que es difícil que eso pase, para algo está esa posibilidad de descartar.
—Claro. En cualquier caso, los abogados deberían leer más estudios sobre psicología jurídica relativa al tribunal del jurado. Primero, porque desaparecerían planteamientos absurdos sobre la eliminación de personajes como puede ser la edad. Busquemos datos que sí están probados que pueden sesgar y hacer que la decisión tienda hacia una u otra dirección.
—¿Hay entonces abogados que recomiendan a sus defendidos optar por, pongamos, cierta emocionalidad basándose en creencias acientíficas?
—Podría pasar. De toda la vida se ha dicho que lo mejor es recomendarles no hacer el uso de la última palabra porque muchas veces meten la pata o cometen algún error. Existen muchísimos estudios o tesis doctorales sobre tribunales populares y me llama la atención que sean tan desconocidos.
—Pero esa última palabra es un momento cumbre en el proceso, la última oportunidad de hablar, ¿no es desaprovechar poder tocarles el corazón a nueve seres humanos? Parece muy tentador.
—El problema es que pueda verse muy impostado. Mira, hay un factor que sí está relacionado en estos procesos de selección que es la representatividad. Imaginemos que en el juicio de Samuel Luiz hubiese un miembro del jurado que formase parte de la comunidad LGTBI. Ahí hay una representatividad, esa persona se va a ver directamente concernida y un abogado va a querer que esté y el otro lo va a rechazar. El contrabalanceo hace que lo primero que se vaya a eliminar sea esta representatividad. Si estuviéramos ante una víctima de violencia vicaria y se seleccionase en el jurado a una madre divorciada, una parte va a desear que forme parte del jurado y la otra en absoluto. Eso permite ciertos contrapesos.
—Claro, pero hasta qué punto una de las partes va a tener a semejante nivel de información sobre nuestras vidas.
—Existe lo que se llama Open Source Intelligence (Osint) que significa investigación a través de fuentes abiertas. Colgamos todo en las redes sociales. Tú tienes el nombre de quienes componen el jurado y es absolutamente legal teclear en internet y ver si tus redes están abiertas. Y ahí hay muchísima información. El Osint consiste en investigar sobre lo que tú tengas disponible y abierto en internet, sino sería un delito. Si yo en mis redes tengo una bandera del orgullo, es muy fácil deducir que eres 'pro' a esa causa. Damos muchísima información sobre nosotros mismos.