Educar sin gritar... ¿es posible?

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LA VOZ DE LA ESCUELA

A partir de los 5 años los niños pueden participar en la elaboración de las normas que les afectan
A partir de los 5 años los niños pueden participar en la elaboración de las normas que les afectan J. M. CASAL

Claves para conseguir una paternidad positiva

03 abr 2013 . Actualizado a las 12:27 h.

Tras una agotadora jornada laboral de 8 horas, la madre de Iker, Ainara y Xabi llega a casa con poco humor y mucho cansancio acumulado. Su marido aún no ha llegado del trabajo, pero el abuelo de los niños se ha encargado de ellos... lo mejor que sabe. La casa está toda revuelta y los dos pequeños se han quedado atontados delante del televisor. El mayor, que todavía no ha hecho sus deberes, está jugando a la Play encerrado en su habitación. La madre revisa mentalmente lo que le queda por hacer antes de alcanzar el ansiado placer de meterse en la cama: la lucha con los deberes, los baños, las cenas, los cuentos de antes de dormir, la lavadora, enviar por correo electrónico lo que quedó pendiente del trabajo, organizarles la comida del día siguiente... Con esta presión se acerca a la habitación de Iker, abre la puerta y suelta un grito impresionante: «¡Iker! ¿Pero serás desgraciado? ¿No quedamos en que ibas a hacer los deberes tú solo? Estoy harta de ti, no te aguanto. Ahora tu hermana llora por tu culpa. Te quedas sin la Play, sin Wii y sin teléfono móvil en lo que queda de año. ¿Me has escuchado? ¿O es que no te lo crees? No sé a qué viene esa sonrisa, pero ya verás: te vas a enterar».

Perder los nervios en circunstancias como estas es algo fácil de entender. También es sencillo de comprender que no es lo más deseable. Está demostrado que la falta de autocontrol, los castigos que se anuncian pero no se cumplen o los insultos solo aportan a los hijos confusión, inseguridad y mucha ansiedad.

Por el contrario, adoptar un estilo educativo asertivo, en el que se establecen unas normas claras cuyo cumplimiento o incumplimiento tiene consecuencias positivas o negativas, da muchos mejores resultados. Es la llamada paternidad positiva, que exige dedicación, esfuerzo y paciencia. Muchísima paciencia.

Save the Children España, con la colaboración del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, ha publicado una guía con diez consejos prácticos sobre paternidad positiva y buen trato:

1. Haz caso a tu hijo siempre: atiende y entiende sus demandas.

El bienestar emocional y el correcto desarrollo del sistema nervioso del niño y de sus capacidades (lenguaje, memoria, atención) dependen de la respuesta protectora del adulto. Si las necesidades del bebé no son atendidas, experimenta sentimientos de indefensión que afectan negativamente a su desarrollo.

2. ¡Ármate de paciencia!

Sé paciente siempre que el niño tenga una rabieta, no quiera colaborar o se muestre esquivo. Ayúdale a verbalizar lo que siente y trata de confortarlo. Añadir más tensión a la situación con gritos o amenazas no sirve de nada.

3. Pon normas claras, realistas y consistentes, ¡pero no cuando estés enfadado o cansado!

A partir de los 3 años, puedes introducirle normas. Desde pequeño debe tener claro que hay límites, deberes y responsabilidades. Las normas se establecen sin amenazas, hablando e implicando al niño.

4. Déjale participar en las decisiones: escucha su opinión.

A partir de los 5 años, permítele participar en el establecimiento de normas de convivencia familiar y también en las posibles sanciones. Sentirá que su opinión importa y desarrollará su sentido de la responsabilidad.

5. Demuestra abiertamente que le quieres, con abrazos y atención.

Cuidar el vínculo afectivo desde que es un bebé y durante las distintas etapas ayuda a superar los conflictos cuando surgen. Expresa siempre tu apoyo y cariño (te guste o no cómo es o las cosas que piensa o decide) y dedica tiempo a escucharlo: qué le preocupa, qué le hace feliz, sus miedos? No esperes a que tenga 14 años para hablar con él ni para pedirle que confíe en ti. Será demasiado tarde.

6. Asume los cambios que se producen en la adolescencia y adáptate a ellos.

No te enfrentes a esa evolución. Mejor acompáñalo en esa nueva etapa ofreciéndole lo mismo que en las anteriores: afecto, diálogo y normas de convivencia.

7. Practica la escucha activa.

Presta atención a lo que quiere decirte y devuélvele esta información para asegurarte de que lo has entendido. Trata de ponerte en su lugar y expresa cómo te sientes, para que él también te entienda a ti.

8. No recurras nunca a la violencia o a la agresividad: no sirve de nada.

No utilices actitudes agresivas como insultos, amenazas o reproches. No lo compares con otros niños. Las imposiciones de poder como «en mi casa se hace lo que yo diga» o «aquí mando yo» no sirven de nada, solo generan sentimientos negativos, distancia y desconfianza.

9. Respira hondo y piénsatelo dos veces.

Ante un conflicto que te ponga furioso, no tomes decisiones demasiado rápidas de las que te puedas arrepentir. Es mejor que te des un tiempo para reflexionar sobre el asunto y tomar una determinación. En todo caso, no le impongas sanciones poco realistas que no pueda cumplir ni objetivos desproporcionados o difíciles de alcanzar.

10. ¡Cuídate y quiérete tú también!

Busca espacios para ti, para disfrutar y relajarte. Ejercer una paternidad positiva requiere mucho esfuerzo y generosidad. Tu hijo necesita que seas feliz y estés en plena forma.