Macron impacienta a la oposición

Enric Bonet PARÍS / COLPISA

INTERNACIONAL

El presidente Emmanuel Macron, en un acto oficial en París el pasado 12 de agosto.
El presidente Emmanuel Macron, en un acto oficial en París el pasado 12 de agosto. ALAIN JOCARD | REUTERS

El presidente francés convocará a todos los partidos a finales de la semana antes de anunciar al nuevo primer ministro

18 ago 2024 . Actualizado a las 14:36 h.

Emmanuel Macron se toma su tiempo. El presidente francés se reunirá el 23 de agosto con los responsables de los distintos partidos antes de nombrar a un nuevo primer ministro. Esto significa que Francia seguirá con un Gobierno interino como mínimo hasta finales de la semana que viene. En las elecciones legislativas del 7 de julio, el centro-derecha macronista perdió 83 diputados -pasando de 250 a 167- y sufrió una derrota, aunque menos contundente de lo pronosticado por los sondeos. Tras esos comicios anticipados, en que ganó por la mínima la coalición de izquierdas del Nuevo Frente Popular (NFP) con 193 escaños, el primer ministro, Gabriel Attal, presentó su dimisión el 16 de julio. Desde entonces, un Ejecutivo en funciones lleva las riendas del país vecino.

El presidente aprovechó el inicio de los Juegos Olímpicos de París para pedir una «tregua política». No fue una simple coincidencia en el calendario. «Macron utilizó el pretexto de las Olimpiadas para ganar tiempo hasta el 2 de agosto, ya que sabe que entre principios de agosto y finales de septiembre no se reúne en el hemiciclo la Asamblea Nacional. Esto le permite nombrar a un Gobierno que no se enfrentará de manera inmediata a una moción de censura», explica el analista político Thomas Guénolé.

El jefe de Estado es ahora mismo el maestro de los tiempos, aunque su demora impacienta a la oposición e incluso a algunos representantes de su coalición. El dirigente centrista quiere ganar tiempo. ¿Pero hasta cuándo? La incertidumbre podría desvanecerse antes de que se termine este mes. Entre la ronda de reuniones del 23 y el 28 de agosto, cuando se celebrará la ceremonia inaugural de los Juegos Paralímpicos, hay un período aparentemente propicio para designar al jefe del Gobierno. Difícil de saber si Macron lo aprovechará. «Si algo caracteriza al presidente francés -no cuenta con un partido político tradicional-, es que suele tomar las decisiones de manera solitaria. Solo él sabe qué decisión tomará», sostiene Guénolé.

La unión de la izquierda

Aunque la Constitución gala no fija un límite a la interinidad gubernamental, la situación actual ya suscita duras críticas por parte de la oposición, sobre todo por parte de los representantes de las formaciones del NFP: La  Francia Insumisa, Partido Socialista, Los Ecologistas y el Partido Comunista. «Los franceses se están dando cuenta de que [el jefe del Estado] quiere llevar a cabo un golpe democrático», afirma la diputada insumisa Aurélie Trouvé sobre las reticencias del presidente a la hora de dar las riendas del Ejecutivo a la coalición progresista, la primera fuerza en la Cámara Baja aunque lejos de la mayoría absoluta (289).

Tras dos semanas de acaloradas negociaciones, los partidos del Frente Popular acordaron el 23 de julio el nombre de Lucie Castets, la directora de las finanzas del Ayuntamiento de París y portavoz de un colectivo de defensa de los servicios públicos, como posible primera ministra. Muy poco conocida para la mayoría de los ciudadanos galos, esta joven dirigente, de 37 años, aprovechó las últimas semanas para hacer un tur por los medios y el territorio.

A pesar de que cuenta con pocas posibilidades de que la nombren para Matignon, su figura ha servido para mantener unido al bloque de la izquierda. De momento, la alianza progresista se muestra bastante cohesionada. Lo que dificulta la voluntad de Macron de construir una mayoría alternativa y estable en una Asamblea Nacional muy fragmentada.

Attal, quien también preside el grupo parlamentario de Renacimiento (formación de Macron), envió a principios de semana una carta para proponer un «acuerdo de Gobierno» a casi todos los partidos, con la excepción de La Francia Insumisa y la Reagrupación Nacional de Marine Le Pen (extrema derecha). No obstante, esta «gran coalición» cuenta con pocas posibilidades de ver la luz, sobre todo por la negativa del Partido Socialista, especialmente de su actual dirección. La patata caliente de los presupuestos Fuentes del Elíseo indicaron al diario Le Monde que el jefe del Estado desea un «perfume de cohabitación». Es decir, se decanta por nombrar a un dirigente que no forme parte de su espacio político, pero aplique medidas en una línea parecida a las adoptadas desde el 2017. De hecho, la prensa francesa especula con la designación de un veterano dirigente de la órbita de la derecha tradicional (Xavier Bertrand, Michel Barnier.) o con un pasado en el Partido Socialista (Bernard Cazeneuve).

La prueba del algodón del nuevo Ejecutivo consistirá en la elaboración de los Presupuestos Generales del 2025. A pesar de estar en funciones, el Gobierno de Attal ya ha empezado a prepararlos. A mediados de esta semana, envió cartas a los distintos ministerios fijándoles una reducción de sus partidas. Debido a un déficit público del 5,5 % el año pasado, la Comisión Europea abrió en julio un expediente a Francia, así como a otros seis Estados.

El macronismo coincide con la derecha tradicional en su negativa de aumentar los impuestos a las grandes empresas y a los más ricos, como pide el Frente Popular. Apuesta por reducir el déficit con unos recortes de unos 16.500 millones de euros. Sin embargo, una ley presupuestaria de ese estilo no solo resultaría impopular para muchos franceses, sino que también podría enfrentarse a la oposición de la mayoría del Parlamento, sobre todo de la izquierda y la ultraderecha. Antes de que haya sido nombrado el primer ministro, ya planea sobre Francia el fantasma de una moción de censura.