Pekín es el ejemplo de un gobierno lejos de la transparencia y la rendición de cuentas
16 jul 2023 . Actualizado a las 08:52 h.China se alimenta del secretismo. El enfoque del Gobierno de Pekín, que se basa en la vigilancia y el control, antes que en la apertura y la deliberación, necesita de hermetismo. Y para sostenerlo, el Gobierno chino prohíbe el periodismo independiente, censura la información digital y vigila de cerca el tipo de información que las democracias divulgan libremente.
Este compromiso con el secretismo y la censura es una característica de largo recorrido en el Gobierno del Partido Comunista Chino. Pero con el presidente actual, Xi Jinping, cuyas ideas sobre la gobernanza pueden dar forma al mundo en los próximos años, el partido se ha vuelto aún más furtivo. En los últimos meses, el Gobierno chino ha ocultado la muerte de hasta un millón de personas después de cesar su política de covid cero. Ha manipulado y retenido datos sobre la pandemia. Y ha ampliado sus leyes de contraespionaje para ejercer un control incluso mayor sobre el entorno de información de China.
Pekín también se ha vuelto un exportador sigiloso del secretismo en el exterior, algo que se vio de forma más intensa en la manipulación de China con la Organización Mundial de la Salud. Las autoridades chinas prohibieron el debate interno sobre el brote de Wuhan y rechazaron compartir información con las autoridades sanitarias mundiales, lo que obstaculizó la respuesta de la OMS y obligó a millones de persona más allá de las fronteras de China a pagar un altísimo precio. Después, Pekín trató de manipular el resultado de las investigaciones de la OMS sobre los orígenes del covid-19. Más de tres años después del inicio de la pandemia, las autoridades chinas continúan resistiéndose a las solicitudes de datos de la OMS que podrían dar alguna pista sobre la fuente del virus.
Pero no solo son las organizaciones internacionales las que se han visto afectadas por la obsesión que tiene Pekín con el secretismo. A medida que China proyecta su poder político, económico y tecnológico a través de grandes contratos de infraestructuras, asociaciones educativas o mediáticas y acuerdos para el suministro de tecnologías de vigilancia, el modelo de ocultación de Pekín se está extendiendo más allá de sus fronteras. Los países que firman acuerdos con China están descubriendo que se supone que deben seguir su ejemplo, limitando la transparencia y la rendición de cuentas, justo como lo hacen los líderes chinos en casa. El resultado de este patrón de compromiso es una erosión gradual de las normas mundiales de transparencia y de un gobierno abierto, y, por consiguiente, la aparición de otras nuevas formas de ocultación y de opacidad.
Cuando las entidades gubernamentales chinas cierran acuerdos con gobiernos o empresas extranjeras, a menudo piden que los detalles se mantengan en secreto. El proyecto de ciudad segura de Mauricio, bajo el cual el gigante tecnológico chino Huawei se asoció con Mauritius Telecom y la policía de Mauricio para instalar sistemas de vigilancia intrusivos, entre las que se incluían 4.000 cámaras con reconocimiento facial y capacidad para registrar las matrículas, es un buen ejemplo. El acuerdo tuvo un escaso debate público. A pesar de su elevado precio, 500 millones de dólares, financiado por un préstamo del Banco de Exportación e Importación de China, la iniciativa se anunció casualmente en la Asamblea Nacional de Mauricio. Cuando los ciudadanos hicieron preguntas sobre ello, desde el Gobierno se excusaron en las cláusulas de confidencialidad firmadas con la policía de Mauricio, Mauritius Telecom y Huawei.
Algo similar ocurrió en Serbia, donde el Gobierno firmó un acuerdo con Huawei para instalar un sistema de vigilancia integral de 8.100 cámaras. A los ciudadanos se les dijo que así se mejoraría su seguridad y que no se podía abusar de la tecnología. Pero como ocurrió en Mauricio, no hubo ningún debate público significativo y se contó poco sobre el acuerdo. Cuando se imponen sistemas de este tipo a públicos desinformados, los gobiernos tienen una capacidad de vigilancia y control sin restricciones.
Riesgo de normas autoritarias
Con el ritmo al que se están adoptando las plataformas digitales avanzadas, el riesgo de que se establezcan normas autoritarias de vigilancia está aumentando. En muchos países, las autoridades son contrarias a revelar información sobre los contratos a través de los que adquieren tecnologías de vigilancia. Como resultado, puede ser extremadamente complicado para los actores no estatales discernir quién está detrás de esas iniciativas. La claridad sobre esto es más complicada por la superposición entre el Gobierno y las compañías chinas. En este entorno, la inclinación de China por el secretismo podría terminar contagiando a otros países, especialmente aquellos con instituciones débiles.
La resistencia a la transparencia se está extendiendo. En Latinoamérica, el Gobierno chino hace uso de contratos de deuda confidenciales, que prohíben a quien los firma hacer públicos sus términos. Estos acuerdos, que normalmente se cierran rápido y en secreto, a menudo dejan al margen a la sociedad. Los contratos de crédito entre los bancos chinos y el Gobierno ecuatoriano, por ejemplo, solo salieron a la luz después de los Papeles de Panamá en el 2016.
Una amenaza para la gobernanza abierta y responsable
Las sociedades abiertas deben responder a estos desafíos premiando la transparencia y reafirmando los principios y prácticas de apertura. El secretismo es una ventaja competitiva de China, cuyo liderazgo ha perfeccionado una gobernanza basada en la ocultación en el país, y que no se ve afectada en el exterior por la legislación que prohíbe el soborno. Las democracias, sin embargo, tienen su propia ventaja competitiva: la apertura. Deberían utilizarla para exponer las prácticas de Pekín y sus representantes, incluidas las cláusulas de confidencialidad que se firman en los acuerdos. Los países democráticos deben también afinar la distinción entre su enfoque de gobierno y el de China al reforzar sus esfuerzos de transparencia.
Los gobiernos democráticos y las organizaciones no gubernamentales deben también realizar un mejor trabajo al explicar los problemas que dejan las prácticas de secretismo y a menudo corruptas de Pekín.
Las sociedades abiertas tendrán que desarrollar las estructuras e instrumentos necesarios para hacer frente a los desafíos que presenta el partido chino. Cuando negocia con otros países, Pekín suele ser el que gana porque es el más fuerte. Para atajarlo, se deben hacer coaliciones para negociar con China desde una posición más fuerte.
El impulso de Pekín para exportar hermetismo es una dimensión subestimada de su proyección de poder en el extranjero. El régimen de secretismo mundial emergente de China representa una amenaza sistémica para la gobernanza abierta y responsable, y requerirá de una respuesta decidida y sostenida de las democracias para exponerlo y neutralizarlo.
Christopher Walker es vicepresidente de la Fundación Nacional para la Democracia. © 2023 Foreign Affairs. Distribuido por Tribune Content Agency.