Biden tiene un problema en la frontera

David Frum, The Atlantic © 2021 THE ATLANTIC. DISTRIBUIDO POR TRIBUNE CONTENT. TRADUCCIÓN, LORENA MAYA

INTERNACIONAL

María Pedreda

El aumento de inmigrantes supone un desafío para las políticas del presidente

21 mar 2021 . Actualizado a las 10:15 h.

La Administración de Biden ha tenido un comienzo rápido. El presidente estadounidense ha promulgado un gran proyecto de ley contra el coronavirus; sus nombramientos en el gabinete son aceptados rápidamente por el Senado, muchos de ellos por márgenes desiguales; ha regresado al Acuerdo de París, y las ideas acerca de las energías verdes se están convirtiendo en ley.

Pero hay un hoyo en el casco y el barco se está llenando de agua. Los asesores de Biden deberían ser capaces de ver el peligro. En la última encuesta de CBS / YouGov, el 62 % de los encuestados afirmó que aprueba la forma en que Biden se está manejando como presidente, el 60 % está a favor de sus medidas económicas y el 67 % aprueba también su política contra el coronavirus. Pero solo el 52 % da por buena su política de inmigración. Sin embargo, la Administración de Biden parece demasiado paralizada como para actuar.

Cuando la secretaria de Comunicación de la Casa Blanca, Jen Psaki, fue consultada el pasado 9 de marzo sobre si la situación en la frontera entre Estados Unidos y México podría considerarse una «crisis», ella respondió: «No creo que debamos sentarnos aquí y poner nuevas etiquetas a lo que ya hemos dicho que es un desafío».

Sin embargo, cualesquiera que sean las palabras que el Gobierno decida utilizar, no hay discusión acerca del aumento de las cifras. En diciembre, 71.000 personas fueron arrestadas al intentar cruzar la frontera sur. Ese número aumentó a 75.000 en enero y a cerca de 100.000 en febrero, el nivel más alto en 14 años. La cifra de marzo seguramente sea incluso más alta: en la primera semana del mes, los arrestos llegaron a ser casi 5.000 al día.

La Administración Biden no invitó intencionadamente a cruzar la frontera. El nuevo secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, ofreció el 1 de marzo una complicada guía a los potenciales migrantes: «No estamos diciendo, ‘No vengas'. Estamos diciendo: ‘No vengas ahora, porque podremos entregarles un proceso seguro y ordenado lo más rápido posible'».

Pero están llegando, y en cantidades que no se habían visto en años. Esas cifras están aumentando. Y debido a que el Gobierno no quiere retornar a las políticas de detención aplicadas durante los años de Donald Trump, está liberando a miles de solicitantes de asilo hacia el interior del país. Esto, a su vez, anima a más personas a probar suerte para forzar su camino hacia EE.UU.

Las fluctuaciones en la migración dependen, en parte, de la oportunidad percibida. Viajar desde América del Sur o América Central hasta la frontera de Estados Unidos es caro y arriesgado. Las bandas criminales que controlan el acceso y participan en el contrabando de personas cobran hasta 8.000 dólares por cabeza. Las personas que viven en la pobreza no arriesgan ese tipo de inversión a la ligera. Cuando esperan ser rechazados, muchos se quedan en casa. Cuando creen que la puerta está abierta, un número mayor de personas se apresuran a aprovechar el momento. En los últimos años de la Administración Trump, los cruces fronterizos se redujeron drásticamente. Pero con el cambio de Gobierno, se han disparado.

Quienes cruzan las fronteras son vulnerables ante los rumores y la desinformación. Los carteles criminales están encantados de ofrecer falsas esperanzas. La mejor manera que tiene la Administración estadounidense de disuadir al inmigrante y de salvar vidas es enviar un mensaje claro y coherente: «No desperdicie su dinero; no arriesgue su vida; no intente ingresar a Estados Unidos sin autorización».

Pero a la Administración de Biden, tan determinada a romper con el récord de Trump en materia de inmigración, le ha resultado difícil hablar con la suficiente claridad como para contrarrestar las mentiras de los contrabandistas. Hace unos días, un periodista del New York Times escuchó a una mujer, a la que recientemente se le había denegado la entrada, cuando gritaba por teléfono: «¡Biden nos lo prometió!». Pero Biden no ha hecho ninguna promesa de ese tipo, por supuesto. Sin embargo, no ha utilizado tampoco el lenguaje sencillo y certero, necesario para refutar la publicidad de los carteles.

Los primeros cambios de Biden en las leyes de inmigración parecen haber sido impulsados ??más por consideraciones políticas internas que por cualquier otra cosa. Debido a que el cruce fronterizo disminuyó bajo el Gobierno de Trump, Biden pudo elegir simplemente no hacer nada y disfrutar de un legado positivo poco común. Pero la base demócrata se ha desviado bruscamente hacia la izquierda en cuestiones de inmigración desde el 2014. Como parte de su esfuerzo por apelar a esa base, Biden actuó más rápido y más allá de lo que requería la situación que heredó, y eso le ha creado problemas serios e innecesarios.

En juego, los estados del sur y el control del Senado

El senador por Arizona Mark Kelly, quien en el 2020 logró el escaño que ocupaba la republicana Martha McSally, se enfrentará a los votantes en el 2022. La inmigración podría convertirse en un poderoso problema en su contra, amenazando el control demócrata del Senado. En Texas, que elige gobernador también en el 2022, los votantes latinos se están alejando del Partido Demócrata y acercándose a los republicanos.

Los residentes de las zonas fronterizas experimentan más directamente las interrupciones causadas por la inmigración no autorizada. Y muchos latinos de Texas tienen un punto de vista favorable a la aplicación de las leyes de inmigración, más allá de su empatía por los migrantes.

En el 2016, Hillary Clinton ganó por abrumadora mayoría latina en el valle del Río Grande. En el 2020, Trump redujo drásticamente ese margen y conquistó por completo el condado de Zapata, en la frontera, al sur de Nuevo Laredo. La Patrulla Fronteriza es un empleador importante en el área; los latinos constituyen aproximadamente la mitad de sus agentes a nivel nacional, más en el valle del Río Grande.

Hay otras consideraciones: un estudio indicó que una cuarta parte de las personas que llegaron a la frontera sur entre el 2009 y el 2015 sufrieron violencia física en el trayecto.

Trump llevó el desastre al cambiar las políticas, simplemente porque tenían el nombre de Barack Obama. Biden no debería repetir ese error. Trump metió la pata más de lo que le correspondía en cuanto a la inmigración, pero en el tema del asilo, al menos el expresidente abordó un escollo que necesitaba ser abordado. Al poner fin a la política de «manténgase en México», Biden provocó problemas innecesarios. Eso fue un error, que aún puede corregir.

El 10 de marzo, la coordinadora de la Casa Blanca para la frontera sur, la embajadora Roberta Jacobson, dio en el clavo al afirmar en español: «La frontera no está abierta». Ese es el mensaje que salvará vidas. La ralentización de los viajes por el covid-19 trajo un respiro temporal, y Biden lo está desaprovechando, a un precio que puede tirar abajo su política progresista en la década del 2020.

© 2021 The Atlantic. Distribuido por Tribune Content. Traducción, Lorena Maya