La guerra no se acabó en Antioquia

HÉCTOR ESTEPA BOGOTÁ / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

LUIS JAIME ACOSTA | Reuters

Tras el desarme de las FARC, el conflicto armado colombiano sigue vigente por la disputa de las rutas del narcotráfico y los cultivos ilícitos, que siguen siendo el motor de la violencia

03 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Dejaron sus animales, sus cultivos y su casa, para dormir en el frío suelo. Lo hicieron por miedo. Más de 800 campesinos del norte de Antioquia, en Colombia, han dejado sus hogares en los últimos días y se han refugiado en la pequeña localidad de Ituango debido a las constantes amenazas de los grupos armados ilegales. El conflicto armado colombiano no terminó con el desarme de la guerrilla de las FARC. Sigue muy vigente en los territorios rurales donde hace presencia el narcotráfico.

«Ituango es uno de los municipios más golpeados por la droga. Esto es lo que no permite que vivamos en paz. Los cultivos ilícitos son el motor de la violencia. Le hacemos un llamamiento al Gobierno Nacional para que nos tenga en cuenta en los planes de desarrollo agrícola, y que haya alternativas para los campesinos», dijo a principios de semana Edwin Mira, alcalde de la localidad.

Los habitantes de las pequeñas aldeas aledañas a Ituango habrían sido amenazados por el grupo narcoparamilitar conocido como el Clan del Golfo y por el Frente 18 de las disidencias de las disueltas FARC.

Ruta del narcotráfico

Sus líderes locales en la zona, alias Gonzalito y alias Quirico mantienen, según las autoridades, una disputa territorial por la zona rural, considerada como una importante ruta del narcotráfico. Ituango es una zona de paso para la llegada de la cocaína al Atlántico y el Pacífico. En la ubicación, además, se dan actividades de minería ilegal. Es una región de bosques muy montañosa que facilita el anonimato de quienes se dedican a las actividades ilícitas y, por ello, es muy disputada.

Sus habitantes viven bajo constantes toques de queda y relatan casos de homicidios, extorsiones y reclutamiento forzado de menores. Allí se produjeron al menos dos masacres paramilitares en los años 90 que se saldaron con más de una veintena de muertos.

En la zona está siendo construida también la importante y polémica represa de Hidroituango. Representantes de la sociedad civil han criticado que algunos líderes comunitarios opuestos a la instalación han sido asesinados. Allí está también el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación de los exguerrilleros de las antiguas FARC conocido como Santa Lucía. El presidente colombiano, Iván Duque, ha dispuesto el traslado de los 120 excombatientes, fieles al proceso de paz, que se mantenían allí, después de que varios de ellos fueran víctimas de asesinatos selectivos.

Cambio de mentalidad

«Lo que tiene que hacer el Gobierno es terminar los cultivos ilícitos, pero no con la erradicación, sino con el cambio de mentalidad de las comunidades a través de la inversión y el desarrollo agrícola, que implica incluso el desarrollo», reclamó el alcalde de Ituango en una entrevista con el diario El Espectador.

El Ejército de Colombia se ha hecho presente en las comunidades afectadas y anunció la baja en combate de dos de los cabecillas del Clan del Golfo en la zona. Algunos de los campesinos desplazados decidieron volver a sus hogares durante la semana. Quienes habitan la zona rural de Ituango solicitan que se ponga en marcha un cerco humanitario en la zona con la presencia de las Naciones Unidas, la Cruz Roja Internacional y la Defensoría del Pueblo, además de la implementación de un programa de desarrollo. Rechazan, eso sí, a la fuerza pública colombiana, argumentando que nunca han solucionado los problemas que afectan a la zona.

La disputa por las rutas del narcotráfico y el territorio despejado por las FARC en el 2017 se desarrolla también en la región del Chocó, en el Pacífico, donde hay una guerra de baja intensidad abierta entre narcoparamilitares, la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las disidencias de las FARC. Otros territorios disputados son Cauca y Putumayo, en la región amazónica de un país donde la ansiada paz todavía no existe para una parte importante de sus habitantes.