Arriesgada apuesta demócrata

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

INTERNACIONAL

El precandidato demócrata a la Casa Blanca, Joe Biden
El precandidato demócrata a la Casa Blanca, Joe Biden Rick Friedman | Europa Press

29 jun 2019 . Actualizado a las 12:08 h.

Acaban de celebrarse los primeros debates de las primarias norteamericanas demócratas con vista a las presidenciales del año que viene, y se confirma lo que ya era evidente: el partido ha girado decididamente a la izquierda. En parte esto es consecuencia del inesperado fracaso de Hillary Clinton en el 2016, que dejó al partido a la deriva y por tanto más accesible a los activistas de izquierda. Pero, sobre todo, es consecuencia de la nueva ortodoxia progresista que emana de los campus universitarios y de los movimientos de base radicalizados, sobre todo feministas y antirracistas. Si estos grupos son representativos del votante norteamericano en general, o incluso del votante demócrata, es ya otra cuestión. Esa es la apuesta arriesgada que se anuncia para el 2020.

Este planteamiento explica que el candidato más popular, el que más posibilidades tiene de derrotar a Donald Trump, el exvicepresidente Joe Biden, fuese el más atacado en el debate y quien salió más dañado de él. No solo se le reprocha su centrismo sino, de una manera más o menos explícita, el hecho de que es hombre, blanco y septuagenario. Incluso Bernie Sanders, que hace cuatro años era celebrado por los jóvenes de la izquierda demócrata por su socialismo sin complejos, ha perdido muchos puntos al descubrirse que también se ve aquejado de esa triple limitación.

Frente a estos candidatos lastrados por su género, raza y edad, crecen las posibilidades de las senadoras Elizabeth Warren y Kamala Harris. Esta última es una antigua fiscala con un historial que la sitúa más bien a la derecha del partido pero que adopta ahora una pose izquierdista y utiliza su identidad racial, jamaicana e india, para disimular esos pecados de juventud. Esta importancia de lo biográfico se puso de manifiesto cuando, en el momento clave del debate, Harris atacó a Biden por su poco compromiso con las minorías étnicas. Harris incluso se indignó y se emocionó recordando como ella misma, de niña, pudo beneficiarse de un programa de integración de alumnos afroamericanos en buenos colegios.

Emotivo, pero un poco engañoso, porque Harris era la hija de un profesor de Economía en la prestigiosa Universidad de Stanford y de una brillante investigadora del cáncer, a su vez hija de un alto diplomático indio de casta brahmánica -la élite por antonomasia-. Biden, por su parte, vino al mundo en un hogar con estrecheces y su padre, que había tenido dinero, se encontraba entonces arruinado y en paro. Pero ni siquiera él se atrevió a mencionarlo.

Todo esto apunta a que para enero del 2021 los norteamericanos podrían tener al presidente o presidenta más a la izquierda de su historia, y puede que incluso a su primera presidenta de casta brahmánica, lo cual sería ciertamente revolucionario. O, quizás, tengan presidente a Donald Trump por otros cuatro años; lo que, en un estilo un poco distinto, también puede acabar siendo revolucionario.