El ganador de los comicios admite que la balcanización del nuevo Parlamento complica los pactos
17 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.«Volver a unir a Holanda», es el cometido que se ha propuesto el actual primer ministro Mark Rutte, vencedor de las elecciones del miércoles. La tarea será hercúlea porque el recuento preliminar sugiere que la nueva Tweede Kamer será la más heterogénea de su historia. Hasta 13 partidos contarán con representación. Fuerzas de todo el espectro ideológico, desde eurófobos a calvinistas radicales o animalistas, un cóctel difícil de combinar y poco propicio para la estabilidad.
El VVD seguirá siendo la fuerza dominante con 33 diputados, ocho menos de los que consiguió en el 2012. Rutte amortiguó el desgaste de cuatro años de reformas económicas impopulares, cargó el peso sobre sus socios socialdemócratas, endureció el discurso sobre inmigración y se aprovechó en el último minuto de la polémica con Turquía para ganar puntos. A los liberales les sigue el PVV. El xenófobo Geert Wilders arañó 20 escaños, cinco más de los que tenía: un resultado agridulce para quien aspiraba a la victoria arengando a los votantes con discursos identitarios e islamófobos. Sus mensajes funcionaron en ciudades como Maastricht o Rotterdam, pero el pulso progresista de la capital, Amsterdam, emulada por otras ciudades como Groningen, aplacaron su envite.
Empatados a escaños (19), los demócratas cristianos de la CDA y los liberales de centro del D66 aspiran a formar parte del próximo Gobierno. Ambos se han alimentado de la pérdida de popularidad y la caída en desgracia de algunos partidos tradicionales. El Partido Socialista (SP), pierde un escaño y se quedará en los 14, los mismos que cosechó el carismático líder de los verdes, Jesse Klaver, catapultando al GroenLinks a una posición clave en el Parlamento. ¿Alguien echa en falta a la socialdemocracia? El PvdA, que fuera segunda fuerza en las elecciones del 2012 con 38 diputados, se hunde en la séptima posición con solo nueve escaños. Sus votantes no perdonan los cuatro años de complicidad con las políticas neoliberales de su socio, el VVD de Rutte. La factura en las urnas traerá consecuencias duras para el partido y dificultará las negociaciones para formar nueva coalición. Con la piel en carne viva, el líder del partido, Lodewijk Asscher, sopesa renunciar y pasar a la oposición.
A partir de ahí se abre un abanico de pequeños partidos que pueden servir de muleta para una coalición. Los cristianos conservadores dispondrán de cinco asientos, los mismos que los animalistas. Un escaño menos (4) tendrá el partido de los pensionistas (50+), mano a mano con el de los disidentes socialdemócratas que concurrieron bajo la denominación de Denk (3 escaños) para defender la asimilación y no integración de los inmigrantes. Calvinistas radicales del SGP (3 escaños) y antieuropeos del FvD (2) cierran el colorido abanico.
Rutte tendrá en su mano la posibilidad de explorar la formación de una coalición. «Será muy complejo», aseguró el liberal quien no esconde su deseo de formar un Ejecutivo de centro. Las cuentas le salen si convence al CDA, D66 y la CU. Este último, partido comodín, puede reemplazarlo por los verdes, el malogrado PvdA o una combinación de dos pequeños. Falta el pistoletazo de salida para empezar a negociar y solo hay una opción que se descarta: la alianza con Wilders.
Las encuestas no supieron anticipar la holgada victoria de los liberales del primer ministro
Las casas demoscópicas vuelven a estar bajo la lupa. Los sondeos fallaron al no predecir el triunfo del brexit. Se equivocaron con la victoria de Donald Trump y en los comicios holandeses volvieron a patinar al no anticipar la victoria holgada del primer ministro Rutte. A pesar de que en las dos semanas previas a la cita con las urnas sí apuntaban una remontada de los liberales y que el PVV de Geert Wilders se desinflaba, ninguna encuesta fue capaz de predecir la abultada diferencia de escaños que logró. ¿Por qué?
Los expertos se justifican esgrimiendo varias razones. La primera es el volumen de indecisos (60%) en los días previos a las elecciones. En segundo lugar, consideran que cada vez encuentran más problemas para poder cubrir una muestra completa. Es decir, que la gente se presta menos a colaborar con los encuestadores. Otra razón que podría explicar la falta de precisión es el complejo y atomizado mapa electoral en estos últimos comicios a los que concurrieron más de 20 partidos. Un último factor es la compleja campaña electoral, enfangada y minada de polémicas y enfrentamientos, como el que se produjo entre Rutte y el presidente turco Erdogan. Han podido tener una influencia de última hora en el trasvase de votos desde partidos más conservadores o nacionalistas hacia el VVD.