La interminable agonía de Alepo

Laura Fernández Palomo AMÁN / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

SANA HANDOUT | EFE

Apenas 40 médicos atienden las necesidades de los 300.000 residentes que aún viven en el centro de la ciudad

14 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Apenas habían aparcado los camiones con frutas y verduras en el mercado Fardos del este asediado de Alepo, cuando cayeron las bombas. El viernes, Tiem Shami, uno de los médicos de la zona rebelde que firmó la carta enviada a Obama, describía su jordana con la impotencia de no poder asistir al goteo de heridos: «A veces tenemos que poner dos o tres pacientes en la misma cama. No hay lugar que no haya sido bombardeado», ilustra a La Voz al tiempo que minimiza la ayuda que, según la misiva publicitada, habían solicitado a la Casa Blanca. No esperan nada de unas potencias que «han demostrado no querer parar este conflicto».

Alepo se ha convertido en el paradigma de la guerra siria. El de una lucha interminable que no pierde ningún bando, porque es aupado desde el exterior en cuanto alguno retrocede. La milicia libanesa chií de Hezbolá, combatientes iraníes y la aviación rusa en apoyo a Bachar Al Asad; y Arabia Saudí, Turquía y Catar financiando a los grupos opositores y salafistas. Alepo arroja las cifras más sangrantes de la devastación. 100 civiles murieron en agosto, la mayoría mujeres y menores. Es además una ratonera donde la población está sometida a los asedios como arma de guerra. El recrudecimiento de los combates de esta semana amenaza la supervivencia de 1,5 millones de civiles, según Naciones Unidas.

La que fue la segunda ciudad más importante de Siria es desde 2012 un campo de batalla fragmentado en dos zonas de control, la del este dominada por las fuerzas rebeldes y la del oeste por el Gobierno de Damasco. Desde entonces, tierra quemada. Hasta 300.000 personas quedaron asediadas cuando el régimen se hizo con la carretera de Castello a principios de julio bloqueando el suministro desde Turquía. El pasado día 6 de agosto, una contraofensiva abrió una alternativa al tomar la ruta de Ramusah, en el sur. La conquista ha permitido la entrada de algunos productos básicos, al tiempo que ha creado otra línea de frente que ahora asedia a la población de las áreas oficiales.

Alepo no consigue respirar. A diferencia de otras zonas del país, las treguas no se mantienen, porque allí se dirime la guerra. Quien controle esta provincia estratégica junto a Turquía y vía de suministros «vencerá». Así que la coalición de opositores, liderados por el Frente Fateh al Sham (antiguo Frente al Nusra, que renunció a su vínculo con Al Qaida), está dispuesta a hacerse con el control de toda la urbe.

El régimen, el único que tiene aviación, reacciona intensificando los ataques aéreos con ayuda de Rusia. Pero estos impactan sobre los residentes y contra los ya castigados centros sanitarios. «La gente tiene miedo de ir a los hospitales, los ven como potenciales objetivos», asegura desde Médicos Sin Fronteras (MSF) Hussein, director de uno de los escasos cinco hospitales que quedan en zona rebelde, ninguno de los cuales funciona al cien por cien y que carecen de personal: menos de 40 doctores para 300.000 civiles. Shami asegura que no tiene la mitad de los fármacos que necesita recetar. 

Desconfianza

La desconfianza es otra de las heridas de esta guerra. Los ciudadanos del este no se han atrevido a cruzar por los corredores humanitarios habilitados por el régimen de Damasco, cuando a su vez los bombardea. La ONU presiona para abrir zonas seguras, enviar asistencia y evitar el desastre humanitario. Cortes de luz, falta de agua corriente y los sistemas destrozados que no pueden ser inmediatamente reparados por los constantes combates. Alepo es una “catástrofe”, como define la ONU, que sigue agravando la destrucción de un conflicto con más de 290.000 muertos.

El EI pierde el enclave de Manbij y retrocede en Mosul ante el Ejército iraquí

Las malas noticias para el Estado Islámico siguen multiplicándose en todos los frentes. Mientras la batalla de Alepo sigue estancada, los yihadistas fueron desalojados de la estratégica localidad de Manbij, la salida clave desde el norte de Siria hacia Turquía. Los islamistas radicales utilizaron como escudos humanos a más de dos mil civiles, que ayer volvieron a sus casas tras ser liberados por los huidos.

No marchan mejor las cosas en el frente iraquí, donde el Ejército leal al Gobierno sigue avanzando en el cerco a Mosul, la capital de la industria petrolera de los radicales. Ayer, recuperaron cuatro aldeas de la periferia de la ciudad, aunque la entrada en el casco urbano será mucho más complicada para los antiterroristas.

Por su parte, Afganistán confirmó ayer la muerte por el ataque de un dron americano del líder del Estado Islámico en Afganistán y Pakistán, Hafiz Sayed Khan. Khan era considerado una figura clave del EI en la región, que la milicia llama «provincia de Jorasán» y que abarca territorio afgano y pakistaní. Antes de adherirse al EI, pertenecía al grupo talibán pakistaní Tehrik-i-Taliban. 

Alemania pide datos a Facebook

Desde Europa, el ministro del Interior alemán, Thomas de Maizière, quiere que la red social Facebook comparta con su departamento información personal sobre presuntos terroristas. «Cuando se avecina el peligro, cuando se buscan delincuentes, todos deben cooperar», asegura el ministro cristianodemócrata.

La Policía europea, Europol, hizo público ayer su apoyo a las autoridades griegas desde hace tiempo para detectar a posibles miembros de la milicia terrorista Estado Islámico que se oculten en los campamentos de refugiados de Grecia.

Sin embargo, un portavoz de Europol aseguró a Dpa en La Haya que ni hay ni habrá en el futuro controles conjuntos de policías griegos y agentes de Europol en los campamentos del país heleno. 

Turquía hace balance

En Turquía han sido suspendidos o despedidos 81.494 empleados públicos, entre ellos más de 3.000 soldados, desde el golpe de Estado fallido del mes pasado, informó el primer ministro turco, Binali Yildirim. Además, la Policía ha detenido a 35.022 personas, de las cuales 17.740 están en prisión preventiva, y 21.000 profesores han perdido su licencia. Turquía pidió ayer a Estados Unidos la extradición de Fetullah Gülen.