Grecia reanuda las expulsiones a Turquía

LETICIA ÁLVAREZ LA VOZ EN LESBOS

INTERNACIONAL

GIORGOS MOUTAFIS | Reuters

Atenas evita incluir a sirios entre los devueltos que, según Frontex, no habían solicitado asilo

09 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Otra vez de madrugada y con un amplio dispositivo policial desplegado en Lesbos, Samos y Kios. Grecia reanudó ayer las expulsiones de migrantes a Turquía, después de una pausa de cuatro días provocada por el caos administrativo que abrió el aumento de peticiones de asilo. El empeño recuerda mucho el de Sísifo, el rey de Corinto de la mitología griega condenado a empujar una y otra vez montaña arriba una enorme piedra que siempre se le escapaba de las manos al llegar cerca de la cima: los griegos han devuelto a Turquía prácticamente el mismo número de refugiados que llegan a diario a sus islas.

La técnica de expulsión fue la misma que se vio el lunes. Los migrantes fueron escoltados por antidisturbios y subieron la escalinata de uno en uno acompañados por agentes de Frontex para evitar escenas colectivas. A pesar de que el sistema de asilo griego está colapsado por el gran número de solicitantes que quieren ganar tiempo, las autoridades aseguran que las devoluciones fueron voluntarias. «Ninguno de ellos indicó a nuestros agentes en el último minuto que quisieran hacer una petición de asilo», explicó la portavoz de Frontex. No hay sirios entre los rechazados. En su mayor parte, son de Pakistán, la India, Marruecos, Irak y Palestina.

En esta ocasión los voluntarios estaban preparados. Algunos protestaron golpeando los barrotes del muelle cerrado al público. Al grito de «Europa es una vergüenza» y «Libertad», otros tres activistas se lanzaron al agua y se amarraron en el ancla de uno de los barcos para impedir que zarpara. Solo consiguieron retrasar las expulsiones. El catamarán siguió su ruta hacia el puerto de Dikili con 45 migrantes a bordo. Un segundo transbordador trasladó a otras 79 personas. A estas 124 personas hay que añadir un grupo de 97 llegadas de forma ilegal desde Turquía y sometidas al tratado bilateral que existe entre los dos países. Fueron conducidas a Turquía a través del paso fronterizo de Kipoi-Ipsala, en el río Evros (Meriç, en turco).

No debe sorprender el enorme número de pakistaníes expulsados. En los tres primeros meses del año han llegado a Grecia 5.317 originarios de este país. Sesenta de ellos continúan sentados en la entrada del campo de Moria en huelga de hambre. «Queremos libertad, no queremos que la policía nos devuelva a nuestro país», gritaba uno de ellos, de nombre Alí. «No queremos estar en Grecia, queremos ir a Alemania», voceaba un compañero.

El éxito del acuerdo entre la UE y Turquía dependerá en gran parte de la capacidad de Grecia, que arrastra problemas de liquidez, para procesar las peticiones de asilo en un tiempo récord de 15 días, según establece la ley. Fuentes policiales adelantaron que, por el momento no se prevén más devoluciones para tramitar las demandas con tiento. La presión es grande. La agencia de la ONU para los refugiados, Acnur, detectó la deportación de 13 personas a las que se privó por error de su derecho a pedir asilo en el primer contingente y las organizaciones internacionales alertan de que no se está informando a los demandantes de asilo de sus derechos y los procedimientos.

En un informe muy crítico, Amnistía Internacional denunció, además, que la situación de los refugiados es alarmante. El centro de Moria, convertido en una cárcel, acoge ya a más de 3.500 personas, aunque las cifras fluctúan continuamente. Según la oenegé, entre los detenidos hay un grupo de hasta 100 personas vulnerables que necesitan atención urgente, incluyendo un bebé con complicaciones médicas después de un ataque en Siria. Hay mujeres embarazadas y una niña con discapacidad.

El país griego está sometido a una revolución permanente en los campos de refugiados improvisados y los centros de detención. La pasada noche, la policía puso fin a la ocupación parcial del puerto de Quíos por parte de 300 migrantes. En Samos, los agentes tuvieron que convencer a los cerca de 250 inmigrantes para que regresaran a su campamento, del que se habían escapado. La noche del jueves también se produjeron tumultos entre habitantes de la isla de Leros y miembros de la guardia costera. Los vecinos protestaban contra la llegada de 200 migrantes procedentes de Quíos, donde el centro de acogida se encuentra saturado.

La tensión aumenta también en la frontera que separa Grecia con Macedonia. Según pasan los días, las personas atrapadas en territorio heleno ven como sus condiciones empeoran. «Terminaré colgándome de un árbol y no es ninguna broma», se desahoga Abu Baker desde su tienda de campaña en Idomeni. Todos los días un centenar de personas se manifiestan frente a la policía macedonia. «Cuando pierda la esperanza estaré muerto», susurra Quasey al otro lado del teléfono.

«Estamos contigo, ¡te queremos!», pero «el puerto de El Pireo ya no puede alojarte»

Mientras Alexis Tsipras dejaba su impronta en el documento final que acredita la venta a los inversores chinos de dos tercios del puerto del Pireo, el principal muelle turístico de Atenas, el Gobierno que dirige repartía octavillas pidiendo a los refugiados que abandonen las instalaciones. «No pierdas tu valor, estamos contigo, ¡te queremos!» reza el panfleto en inglés, árabe, farsi y griego. Y acto seguido añade: «El puerto del Pireo ya no puede alojarte y no ganas nada quedándote aquí».

Las autoridades griegas aseguran que su intención de desalojar la terminal dos no tiene que ver con la privatización, sino que se debe al inicio de la celebración de la Pascua ortodoxa el 1 de mayo, el período de mayor tráfico a las islas griegas. En estos momentos hay cerca de 4.600 personas durmiendo en tiendas de campaña en la zona, lo que supone un grave contratiempo con tanto tráfico.

«Lo repetiré las veces que haga falta. No pienso moverme de aquí hasta que no tenga cita para el plan de reubicación», contesta Rojín desde el puerto. Los 24 centros de refugiados repartidos por la geografía helena no son suficiente garantía para los refugiados atrapados en el país. Se les garantiza el alojamiento y la atención médica pero no se les aclara su destino.

La venta del Pireo es una de las condiciones puestas por los acreedores para el tercer rescate . Muy cerca de la mansión del primer ministro, la policía bloqueó a 300 manifestantes opuestos a la privatización por miedo a perder sus puestos de trabajo.