Los terroristas que pusieron en jaque a Alemania en los años 70 financian su jubilación con atracos
24 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.Octubre de 1977. Un vuelo de Lufthansa que viaja de Palma de Mallorca a Fráncfort con 80 pasajeros es secuestrado por un comando palestino. Exigen la liberación de tres miembros de la Fracción del Ejército Rojo, organización terrorista de extrema izquierda. La misión fracasa gracias a la sangre fría del canciller Helmut Schmidt, que en lugar de acceder al chantaje utiliza maniobras disuasorias para ganar tiempo. Este episodio ilustra uno de los períodos más oscuros de la historia de la Alemania de posguerra: el bautizado como «otoño alemán», que inspiró una docena de novelas y hasta una película de Uli Edel.
Al margen de la ficción, la RAF (acrónimo del alemán ?Rote Armee Fraktion?), supuso una amenaza real. Fundada en 1970 por la periodista Ulricke Meinhof, el atracador de bancos Andreas Baader, y la novia de este, Gudrun Ensslin, la banda tenía como emblema un fusil sobre la estrella roja comunista, y su objetivo era la lucha antiimperialista. Dos décadas y media de actividad y tres generaciones de terroristas después, la guerrilla también conocida como Baader-Meinhof, en honor a sus fundadores, se autodisolvió en 1998, dejando un saldo de 34 muertos y 230 heridos, entre ellos importantes figuras políticas y económicas.
Nadie imaginaba que, dieciocho años más tarde, las autoridades alemanas reabrirían el caso para dar caza y captura a los últimos tres militantes de la célula que quedan en libertad, sospechosos de intentar atracar sin éxito dos vehículos blindados recientemente en el norte de Alemania. El primer atraco ocurrió el 6 de junio de 2015 cerca de Bremen y el segundo el pasado 28 de diciembre en Wolfsburgo, según la policía, que afirma haber encontrado huellas de ADN del trío terrorista, que tuvo que escapar las dos veces con las manos vacías.
Tercera y última generación
Daniela Klette, de 57 años, Ernst Volker Staub, de 61, y Burkhard Garweg, de 47, representan a la tercera y última generación de la RAF. Los mismos terroristas que acabaron con la vida del presidente del Deutsche Bank, Alfred Herrhausen, que hicieron saltar por los aires una nueva cárcel de alta seguridad en Weiterstadt con 200 kilos de explosivos, y que han conseguido permanecer en la clandestinidad desde el 2000, regresan a la faena porque, según parece, se les ha acabado el dinero.
«Hasta hoy no hay ningún indicio de que estén tratando de retomar la actividad terrorista. Todo apunta a simple criminalidad para buscar fuentes de financiación», declaró el titular de Interior de Baja Sajonia, Boris Pistorius. De hecho, la última pista que tenía la policía databa de julio de 1999 y llevaba hasta Duisburgo, donde tres enmascarados asaltaron un furgón blindado, cosechando un botín equivalente a medio millón de euros. La fiscalía no tiene duda de que la legendaria banda solo piensa ahora en su futuro y en financiarse la jubilación. Porque, como decía la célebre frase de Rosa Luxemburgo con la que dejaron las armas, «¡yo fui, yo soy, y yo seré!».