Cuchillos en Jerusalén

INTERNACIONAL

18 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

En el último estallido de violencia entre israelíes y palestinos no hay nada novedoso, al menos por parte israelí. La relajación de los criterios para abrir fuego contra un sospechoso, las duras condenas de cárcel por el lanzamiento de piedras en las manifestaciones o el sellado de los barrios árabes de Jerusalén son más bien gestos para satisfacer a una sociedad hebrea que se siente insegura. Pero, en realidad, esas medidas y otras más duras se aplican a discreción desde hace muchos años; los palestinos están acostumbrados a ellas y las dan por descontado.

Lo novedoso estaría en el lado palestino. Los apuñalamientos -en su mayor parte contra soldados y guardias de seguridad- no son algo en absoluto desconocido en este conflicto pero nunca se habían sucedido en esta forma de epidemia. Sobre todo, resulta llamativo que sean tan espontáneas, ni siquiera las autoridades israelíes pretenden que haya una organización detrás. En ese sentido, reflejarían cambios recientes en el paisaje político palestino. La OLP, que durante décadas fue el núcleo de la resistencia, hace tiempo que se mimetizó con la Autoridad Palestina, que a su vez se ha ido convirtiendo, progresivamente, en un organismo que gestiona la ocupación a instancias de Israel, aunque lo haga de mala gana. Los palestinos nunca vieron en Mahmud Abás a un líder que pudiese lograr su liberación, pero hace tiempo que se han convencido de que tampoco va a conseguir un acuerdo de paz, ni siquiera un desventajoso. Simplemente, Israel no tiene ningún interés en negociar, nadie le obliga. En cuanto a Hamás, en principio más radical, ha seguido un proceso de transformación que, sin ser tan profundo, no es muy distinto del de la OLP. Celosa del poder que ha conseguido en Gaza, su único interés parece estar en mantenerlo. Aunque sea de forma tácita, Hamás no ha dejado de buscar en los últimos años un escenario de coexistencia, más o menos tensa, con Israel. Por otra parte, Hamás no podría, aunque quisiera, cohesionar a la resistencia palestina; le limitan su islamismo y su escasa implantación en Cisjordania.

Es este contexto el que explica, al menos en parte, el nuevo fenómeno de los apuñalamientos. Se trata de expresiones individuales de rabia al margen de las estrategias de las organizaciones políticas, a las que los palestinos perciben como poco combativas. En ese sentido, son un paradójico reflejo del éxito de la estrategia israelí. Se diría que, bloqueadas todas las salidas -la de la resistencia armada, la resistencia pacífica, la negociación, la presión internacional...- el conflicto empieza a descender ahora hasta lo personal.

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