Grecia prepara una nueva propuesta para evitar la quiebra e irse del euro

Cristina Porteiro
Cristina Porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

JOERG CARSTENSEN | Efe

Jean-Claude Juncker confiesa en una entrevista que no entiende a Tsipras

21 jun 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Se acabó el tiempo de las maniobras esquivas y los cruces de acusaciones. Grecia y sus acreedores han llegado al final del camino. Atenas y la troika están obligadas a abandonar las hostilidades y negociar un acuerdo vital para el futuro del país heleno y de toda la zona euro.

El equipo negociador griego se afana en dar otra vuelta de tuerca a su programa de reformas en las horas previas al Eurogrupo y la cumbre de líderes que se celebrarán mañana en Bruselas. El objetivo es acercarse a las demandas de los acreedores. El equipo del presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker, también confiaba ayer en que un último contacto entre él y Alexis Tsipras pudiese allanar el terreno para un acuerdo. El clima, sin embargo, no es el óptimo. «No comprendo a Tsipras», aseguró Juncker en una entrevista mientras el griego volvía a cargar contra sus socios desde Rusia, en una visita más inoportuna que útil.

Desde Atenas, el ministro de Estado, Alekos Flamburaris, confirmó que el Gobierno trabaja para evitar una catástrofe el lunes: «Vamos a llevar medidas que cubran nuestras diferencias», aseguró antes de poner en duda que vayan a ser bien recibidas: «Esperemos que las acepten, pero desde mi punto de vista no lo harán. No quieren la flexibilización presupuestaria ni nuestra propuesta sobre la deuda», indicó.

Para Atenas, cuyo Gobierno se reúne hoy, la diferencia entre las propuestas de la troika y las suyas es de 450 millones de euros, una discrepancia demasiado pequeña para poner en riesgo la integridad del euro. Pero no es un simple problema numérico lo que atrapa a Grecia en las negociaciones para desbloquear los 7.200 millones del rescate. Es un problema político.

Los acreedores tienen una visión opuesta sobre el camino que debe seguir el país. Atenas se niega a ejecutar más recortes de pensiones y la subida de algún tramo del IVA. Pide una mayor flexibilidad fiscal y un alivio de la deuda para poder crecer. Sus socios se niegan en rotundo. Empieza a crecer ña impresión de que el desembolso no llegará a tiempo para que Grecia devuelva 1.600 millones de euros al FMI el próximo día 30. ¿Será necesaria una nueva prórroga con una ayuda puente para evitar la quiebra? Bruselas no lo descarta.

El escepticismo reina en la Eurozona

Nadie espera un resultado definitivo el lunes. Ni siquiera los griegos. La reunión de líderes de la zona euro es un triunfo para Tsipras, quien siempre ha sostenido la necesidad de una solución global para Grecia al más alto nivel político. Esa postura también la comparte su ministro de Finanzas, Yanis Varufakis, quien mantuvo ayer la presión en la prensa alemana, con unas declaraciones en la que exige a la canciller Angela Merkel «no echar a Grecia por la borda». Pero no todos tienen la misma visión y esto podría truncar cualquier perspectiva de acuerdo.

El presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, ha sido el primero en advertir de que ningún acercamiento político puede suplantar el trabajo técnico de los ministros de Finanzas del euro, que son los que en primera instancia deberán dar luz verde a cualquiera que sea el acuerdo que brote del encuentro.

La delegación francesa se inclina hacia un consenso entre primeros ministros pero otras como la española, quieren que Varufakis, cumpla con los criterios técnicos que los acreedores han puesto encima de la mesa. Al margen de la «voluntad política», quieren también «propuestas serias y creíbles».

Accidente

El riesgo de que nadie ceda el lunes puede provocar un accidente cuyas consecuencias previsibles han hecho correr ríos de tinta pero que, en realidad, nadie conoce. Las negociaciones han sido tan turbias y la desconfianza tan grande que nadie descarta ya el Grexit. El Eurogrupo lo debatió esta semana  abiertamente y volverá a hacerlo el lunes.  

Bruselas navega entre aguas. Quiere evitar a toda costa ese escenario que dilapidaría la «irreversibilidad» del euro. Pero no es tan sencillo. Juncker tiene que lidiar con la severidad del FMI y algunos socios al tiempo que trata de acercarse al Gobierno griego, impredecible siempre.

En medio del desconcierto se erige el BCE.  El gigante comandado por Draghi ha mantenido con vida a los bancos griegos durante los cinco meses de negociaciones inyectando liquidez de urgencia cuando fue necesario. Pero en esta ocasión, Frankfurt solo ha enviado a Atenas 1.800 millones de euros de los 3.500 que solicitaba Grecia. Lo justo y necesario para sobrevivir hasta el lunes. Draghi no se fía de Tsipras y quiere forzar un acuerdo inmediato