Por qué los alemanes son tan inflexibles

Leoncio gonzález REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

El ministro de Finanzas griego, Yanis Varufakis, y su homólogo alemán, Wolfgang Schäuble
El ministro de Finanzas griego, Yanis Varufakis, y su homólogo alemán, Wolfgang Schäuble MICHAEL KAPPELER | EFE

La victoria de Syriza hace crecer en Alemania el miedo a que la eurozona se descontrole

10 feb 2015 . Actualizado a las 17:22 h.

A diferencia de España, donde es frecuente que jubilados y profesionales o trabajadores en la frontera de la jubilación tengan vivienda en propiedad, lo corriente en Alemania es que las personas en esa situación vivan de alquiler. Eso las empuja a ahorrar, en ocasiones de forma compulsiva, para que la salida del mercado laboral no entrañe a la vez la pérdida del hogar.

Un hecho en apariencia tan insignificante ayuda, sin embargo, a entender mejor que muchas teorías lo que para no pocos socios europeos es un inmovilismo insoportablemente rígido y doctrinario de la República Federal. El creciente declive demográfico ha convertido al colectivo de los mayores de 50 años en una fuerza social de primera magnitud, con la capacidad de fabricar y fulminar mayorías electorales. El ahorro que generan tiene consecuencias macroeconómicas negativas en el plano doméstico ya que debilita el consumo y menoscaba la inversión. Pero, además, tiene una notable resonancia política. Las franjas de edad más avanzada se han convertido en un grupo de presión que condiciona al Gobierno y limita su margen de maniobra en Europa.

Un ejemplo reciente lo ilustra. La inyección de liquidez decretada por el BCE para aligerar el peso de la deuda, prevenir una espiral deflacionaria y estimular el crecimiento ha creado tantos sarpullidos entre los alemanes porque temen que traiga consigo un aumento de la inflación y que esta devore parte de sus ahorros, privándolos del colchón de seguridad atesorado para la vejez. El malestar, explica Walter von Plettenberg, director gerente de la Cámara de Comercio de Alemania en España, tiene raíces profundas. Desde que se introdujo el euro los fondos de pensiones no han dejado de perder rentabilidad en Alemania. Los que contaban con esos ingresos para cubrir el alquiler al jubilarse se han convertido en una legión irritada que conmina al Gobierno a no darles la espalda.

Von Plettenberg es uno de los ponentes reunidos por la Academia Europea de Berlín y el Real Instituto Elcano en Santander para hablar de las relaciones hispano-germanas en un momento de especial ebullición en la UE tras la victoria de Syriza en Grecia. Y no es el único que intenta desmentir la existencia de una deriva autoritaria en Alemania. Cada vez son más los alemanes con «miedo» a que la eurozona se «descontrole», perjudicándolos, y por eso fuerzan la mano para que el Gobierno sea «precavido» y no permita desviaciones de las «reglas comunes pactadas», afirma el portavoz del Tribunal Constitucional alemán, Bernd Odörfer.

Es muy difícil separar esta inseguridad de fondo de las convicciones que defiende la Grosse Koalition y que, según el embajador de Alemania en España, Peter Tempel, se resumen del siguiente modo: los 1,14 billones de euros que introducirá el BCE en la economía europea siguiendo la estela del Quantitative Easing aplicado en su día por la Reserva Federal de EE.UU. permiten «comprar tiempo» pero no resolverán los problemas de la eurozona si los países no lo aprovechan para disminuir deudas y déficits. «Esa reducción es la precondición para recuperar el crecimiento», asegura. «Europa necesita más reformas, no más dinero», apunta en la misma dirección la representante del Bundesbank, Annette Grüttner.

La prueba, comentan sin fisuras la totalidad de los ponentes germanos asistentes al seminario, es España. El retorno de nuestro país al crecimiento «es el mejor ejemplo de que las reformas conducen al éxito», afirma el secretario general del Consejo de Sabios, Benjamin Weigert. En su opinión, «el proceso lleva su tiempo y tardará unos años en verse, como sucedió en su día en Alemania», pero está bien encaminado, debería consolidarse e incluso servir de modelo a otros países del sur cuya economía renquea.

La inquietud que causa la posibilidad de que la eurozona se aparte de este camino tras la victoria de Tsipras o la de que esta desbroce la llegada de Podemos al Gobierno español y cambie el rumbo reformista impuesto por Rajoy es tan grande como la admiración y la simpatía que despierta España. Hemos conseguido salir de la sima entre el norte y el sur que se abrió en la opinión pública alemana al inicio de la crisis y somos ahora mismo el país europeo más apreciado allí, solo por detrás de la propia Alemania, según los datos que aporta la investigadora del Elcano y miembro del Observatorio de la Imagen de España, Carmen González Enríquez. Los alemanes nos ven como un socio responsable, casi a la par que Francia, sostiene.

¿Supone, pues, la irrupción de Podemos y su promesa de invertir la trayectoria de España un motivo añadido para que Berlín bloquee una renegociación beneficiosa para el nuevo Gobierno griego? No se niega abiertamente, pero en los pasillos se recomienda al que pregunta que dirija la vista a Finlandia, donde también hay elecciones dentro de unos meses. Descartada de plano la idea de la quita, la relajación de las condiciones pactadas con Atenas para que pueda aumentar el gasto público se ve como un incentivo demasiado apetitoso para la extrema derecha finlandesa. Por razones históricas que no se escapan, en Alemania este escenario preocupa tanto como la suerte del alumno aventajado del sur.