«Escoceses, daos la paz»

Mariluz Ferreiro LA VOZ EN EDIMBURGO

INTERNACIONAL

DANIEL SORDO

La catedral de Saint Giles, en Edimburgo, acogió un acto de reconciliación entre soberanistas e unionistas, una celebración a la que acudió Alistair Darling

22 sep 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

El de ayer no fue un domingo más en la catedral de Saint Giles, en el centro de Edimburgo. Cuando el reverendo John Chalmers invitó a los asistentes a que estrecharan sus manos para darse la paz, sonó distinto. Porque se estaba celebrando un acto de reconciliación entre los dos frentes que protagonizaron la campaña del referendo escocés al que acudían unas mil personas. La Iglesia de Escocia invitaba a escuchar a las dos partes, a restañar las heridas de la batalla electoral. A la celebración presbiteriana acudieron miembros destacados de los principales partidos políticos que estuvieron inmersos en la contienda: el laborista Alistair Darling, la cara visible de los unionistas que se enfrentó a Alex Salmond en los dos debates electorales; el nacionalista John Swinney, ministro escocés de Finanzas; el liberal Danni Alexander, jefe del Tesoro británico; y Ruth Davidson, número uno de los conservadores en Escocia. También asistieron representantes de diferentes iglesias.

Los feligreses recogían al entrar el programa del acto, que rezaba en su primera página: «Un servicio para destacar los valores compartidos y los objetivos comunes en el domingo después del referendo».

Un guiño al sí

Desde el púlpito, Chalmers lanzaba un guiño a los defensores del sí recordando las palabras de Jimmy Reid, un histórico sindicalista y político originario de Govan, un humilde barrio de Glasgow, donde vencieron los independentistas, que encabezó la ocupación trabajadora de los astilleros de Upper Clyde Shipbuilders en los setenta. «Como dijo Jimmy Reid, el mundo nos está mirando y nuestra responsabilidad es comportarnos de forma responsable y digna, con madurez. Hoy él diría incluso muchas cosas más. Pero nosotros sabemos lo que quería decir», aseguró en el arranque de su intervención.

El reverendo recordaba los porcentajes logrados por los dos bandos en las elecciones para insistir en que todos debían ser tenidos en cuenta. «Lo que hayamos votado en el referendo no define quiénes somos», indicaba, «lo hará nuestra forma de trabajar juntos democráticamente para redefinir nuestro lugar en el Reino Unido». Insistía también en pedir justicia social para los desfavorecidos en el Reino Unido y en repetir aquello de que «los últimos serán los primeros». Más tarde, parte de los políticos tomaban parte activa en la celebración y leían sus propias peticiones.

Curiosamente, los alrededores de Saint Giles, catedral situada en Royal Mile, el corazón histórico de Edimburgo, fueron uno de los principales escenarios de la campaña en la capital. Hace solo cuatro días, la plazoleta en la que se encuentra la puerta principal era un hervidero del sí. Decenas de catalanes lucían sus banderas independentistas y bailaban una sardana.

Un día de terrazas

Después de la apasionada tormenta electoral ha llegado de nuevo la calma a la ciudad. Durante toda la semana la niebla y la llovizna reinaron en Edimburgo. Pero el sábado y ayer por fin salió el sol. «Es uno de los mejores días del año. En realidad, de los últimos doscientos años», bromeaba un apasionado defensor del sí en Grassmarket. Degustaba su comida en una terraza sin pelearse con el frío, todo un lujo meteorológico para la capital escocesa.

Poco después, por la tarde, una manifestación asomaba por Princess Street. Pero nada tenía que ver ya con el referendo sobre la independencia. Centenares de personas marchaban exigiendo medidas contra el cambio climático. Los integrantes de la cabecera, detrás de una pancarta de colores, explicaban al que quisiera escucharlos: «Puedes unirte, nos da igual lo que hayas votado».