Desaparece un avión de pasajeros en Malasia. Siete días después, nadie sabe nada sobre él ni sobre las 239 personas que viajaban a bordo. Y gran parte del mundo, curioso e «infoxicado» con bulos, falsos avistamientos, rastreos infructuosos, desmentidos y un caótico flujo de información, se vuelve loco.
De nada vale que quince países participen en las labores de rastreo. Y que se haya descartado, de forma más o menos oficial, la hipótesis de un atentado terrorista (aunque la CIA dice que cualquier causa es posible). Ante la falta de pistas fiables, de noticias ciertas, la Red hierve y se hace miles de preguntas. Todas alimentan un caldo formado por todo tipo de teorías de la conspiración.
Algunas son serias, como la del secretario general de Interpol, que apuntó la posibilidad de que se tratase de «tráfico de seres humanos». Otras son dignas de viajar en las naves del misterio de Iker Jiménez (llamadas fantasmas, fenómenos extraños o mensajes crípticos) o de figurar en una película de J. J. Abrams, el director de la mítica serie Perdidos (Lost), que tanto gusta de viajes en el tiempo y universos paralelos. También las hay domésticas y algo chuscas, ¿han mirado en los aeropuertos vacíos de Castellón y/o Ciudad Real?