Tifón Haiyán: Cinco millones de filipinos necesitan ayuda urgente

Redacción / La Voz

INTERNACIONAL

Supervivientes del tifón «Haiyan» descargan sacos con arroz de un helicóptero de las Fuerza Aérea filipina para repartir entre la población de la isla de Capiz.
Supervivientes del tifón «Haiyan» descargan sacos con arroz de un helicóptero de las Fuerza Aérea filipina para repartir entre la población de la isla de Capiz. TARA YAP< / span> AFP< / span>

Unos cinco millones de damnificados necesitan comida y agua urgentemente, mientras el Gobierno filipino declara el estado de calamidad nacional y moviliza al Ejército

12 nov 2013 . Actualizado a las 13:03 h.

Filipinas afronta una de sus peores crisis humanas tras la devastación y muerte dejada el sábado por el tifón Haiyan. Las cifras hablan por sí solas. La ONU cifra en 10.000 los muertos solo en la ciudad de Tacloban, capital de la isla de Leyte. Los afectados ascienden a 9,6 millones, de los cuales unos cinco millones necesitan ayuda humanitaria básica de emergencia, según cálculos de la Cruz Roja. «Queremos que una brigada organizada y coordinada recoja los cadáveres, traiga comida y ponga fin a los saqueos», dijo a AFP el cooperante Joan Lumbre-Wilson, en uno de los centros de ayuda montados en la ciudad de Tacloban, la capital de Leyte. «Han pasado cuatro días. Queremos agua y comida. Queremos que alguien nos ayude. Estamos física y emocionalmente agotados», añadió.

El Gobierno filipino intentaba paliar el emergencia en una lucha contrarreloj y contra los elementos -el tifón se llevó por delante aeropuertos, carreteras y puentes-, con ayuda de marines movilizados por EE.UU. desde Japón. Pero nada es suficiente ante el caos provocando por el fenómeno natural con consecuencias parecidas a un gran terremoto seguido de enormes inundaciones.

Miles de damnificados seguían ayer esperando que les llegara la ayuda. Las prioridades inmediatas son comida, agua potable, medicinas y refugio. El principal peligro, el alto riesgo de infecciones.

La comunidad internacional ya ha comenzado a movilizarse y una veintena de países han enviado los primeros cargamentos o aprobado fondos. Miles de toneladas de ayuda van de camino a las zonas afectadas, pero la distribución se atasca ante caminos bloqueados por escombros de varios metros de altura y en medio de un hedor insoportable por los cadáveres. El medio derruido aeropuerto de Tacloban, capital de Leyte, se encontraba sitiado ayer por cientos de personas que esperaban recibir alimentos y agua. Los primeros vuelos trajeron médicos, que establecieron en la terminal un centro atención de emergencia.

El presidente Benigno Aquino declaró ayer «estado nacional de calamidad», que permite al Gobierno desbloquear fondos de emergencia de unos 18,64 millones de euros, así como imponer un control de precios a los bienes de primera necesidad para evitar la especulación. «En los próximos días les aseguro que la ayuda llegará más rápido», prometió Aquino en un discurso televisado. «Llamo a los ciudadanos a mantener la calma, a orar, cooperar y ayudarse unos a otros. Es la única forma en que nos sobrepondremos a esta tragedia».

La doctora Natasha Reyes, coordinadora de Médicos Sin Fronteras, cuenta desde Filipinas que solo se conoce una mínima parte de los daños. «Lo poco que vemos ya nos indica que la situación es terrible, pero lo que no vemos es lo más preocupante». Tacloban, con 400.000 habitantes, está devastada, pero hay cientos de pueblos esparcidos a lo largo de miles de kilómetros por los que ha pasado el tifón y de los que no se sabe nada.

La ley de la fuerza

El Gobierno provincial ha arrojado sacos de arroz de 50 kilos en los laterales de las calzadas, donde imperaba la ley de la fuerza ante la falta de presencia de las fuerzas del orden. La Policía Nacional filipina ordenó el desplazamiento de casi un millar de agentes adicionales a Tacloban, donde se han producido algunos saqueos de tiendas.

La policía promete castigar a quienes cometan delitos. «La gente dice que la situación obliga a las personas a acciones desesperadas. Somos comprensivos, pero no podemos aceptar la anarquía», dijo a DPA el portavoz policial Reuben Sindac.

El saqueo fue generalizado y el orden estaba resultando difícil de aplicar, pero los corresponsales presentes en la zona dicen que mucha gente común está simplemente rebuscando para encontrar alimento y agua necesarios para sobrevivir.