Elecciones en Alemania: Falso suspense electoral

Miguel A. Murado

INTERNACIONAL

Los socialdemócratas son más afines a Merkel que sus actuales socios liberales, cuya debilidad evitó que saltaran más chispas

22 sep 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

El suspense en torno a las elecciones alemanas es solo aparente. A simple vista, todo está en el aire. Los bloques de derecha e izquierda aparecen empatados en los sondeos en torno al 44 por ciento. Pero, en realidad, no existen tales bloques sino un juego de damas en el que la CDU de Angela Merkel puede comer en todas direcciones: puede pactar otra vez con los liberales, o con los socialdemócratas, e incluso no sería completamente imposible que pactase con los verdes. El SPD, sin embargo, se ha vedado a sí mismo los avances hacia la izquierda (un improbable acuerdo con Die Linke), y los verdes solos no le llegan. Así que, si los resultados son los que se anuncian, los socialdemócratas están condenados a entrar en un gobierno de «gran coalición». Y eso no es comer sino ser comido.

Las incógnitas que quedan por despejar hoy son poco más que curiosidades del sistema electoral alemán, que permite meter dos papeletas en la urna: una para un candidato y la otra para un partido. Es una invitación a votar tácticamente, y eso es lo que hicieron muchos en las recientes regionales de Baja Sajonia: dividieron sus votos intentando salvar a los liberales para que pudiesen seguir vivos en la próxima legislatura. El resultado fue que la CDU perdió, lo que dio alas a los socialdemócratas. Luego, en las regionales de Baviera ocurrió lo contrario: la CDU obtuvo una victoria excesiva, dejando a los liberales fuera del parlamento de Munich. Fue ahí, en el fondo, donde se decidió todo. Desde entonces, la CDU pide a sus votantes que se olviden de los liberales. Es decir, que Merkel ya da por hecha una grosse Koalition con los socialdemócratas.

Crisis de liderazgo en el SPD

Para ella, no es ningún problema. Los gobiernos compartidos son la norma en Alemania. Merkel ya presidió uno con el SPD en su primer mandato, y los socialdemócratas se llevaron todo el desgaste. Por eso el candidato del SPD, Peer Steinbrück, que fue entonces ministro de Economía, se ha pasado la campaña haciendo «peinetas» y diciendo que no repetiría la experiencia. Mejor para Merkel: si se constituye de nuevo la gran coalición, el partido rival empezará la andadura con una crisis de liderazgo.

Si las cosas van por ese camino, no cabe esperar grandes cambios. Los socialdemócratas alemanes son ya un partido social-liberal. No solo su presencia en el próximo gabinete no supondría ninguna distorsión sino que, en realidad, son más afines a Merkel que sus actuales socios liberales del FDP, con quienes no saltaron más chispas porque eran demasiado débiles para replicar. Al fin y al cabo, las reformas que Merkel y sus votantes consideran que han salvado a Alemania de la crisis no las hizo ella sino que las heredó de su predecesor socialdemócrata Schröder.

En la cuestión europea, la posición de Merkel goza de consenso social, y la flexibilidad de la que habla Steinbrück es tan vaga que puede asumirla ella, como ya ha asumido el resto del programa del SPD. Es precisamente porque no existen desacuerdos fundamentales entre socialdemócratas y CDU por lo que Steinbrück ha tenido que recurrir a las «propuestas concretas», que tan buena prensa tiene entre los electores de todo el mundo pero que suelen encubrir la falta de propuestas generales.

Mientras tanto, a Merkel, a quien los medios llaman Mutti, mamaíta, le ha bastado capear la campaña juntando las manos en forma de rombo a la altura del vientre, que los expertos en lenguaje corporal dicen que es una mímica que transmite la idea metafórica de la maternidad. No ha tenido que hacer nada más. Sabe, como saben instintivamente todas las madres, que generalmente basta con «estar ahí». La coalición podrá tener varios socios, pero madre no hay más que una.