Llueve sobre mojado

Jorge Casanova
Jorge Casanova LA VOZ EN LISBOA

INTERNACIONAL

Aumenta la preocupación de jubilados y funcionarios ante el imparable deterioro de sus condiciones de vida

19 abr 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Los portugueses reaccionaron ayer con una cierta resignación al nuevo anuncio de recortes por parte de su Gobierno, esperado desde hace dos semanas y sin que, de momento, se haya concretado en los detalles. Tras más de dos años de un deterioro imparable de prestaciones y derechos, el portugués medio asume una nueva vuelta de tuerca que, en esta ocasión, afectará de forma más directa a funcionarios y pensionistas, los colectivos que ayer mostraban una mayor preocupación. «Mi madre es profesora y claro que tiene miedo. Su empleo está en peligro, algo que nunca pensó», explicaba Rita Nunes, una joven estudiante del primer curso de Matemáticas desplazada en la capital. El miedo de su madre incluye a la joven, quien sabe que, tal vez, tendrá que dejar su carrera si su madre, el único sueldo que entra en la familia, pierde el empleo.

«La reforma de un 1,5 % del presupuesto no es un cambio estructural. Con más recortes aquí y allí no se va a resolver nada», opina Bruno Ribeiro, un empleado de la empresa Fluiddo, dedicada al posicionamiento de empresas fuera del país y ubicada en plena ciudad universitaria. Muchos comparten su opinión, pero también el discurso oficial de que el país estuvo gastando un dinero que no tenía y que ahora tiene que pagarlo. Después de despotricar contra sus políticos, los actuales y los anteriores, y la falta de solidaridad europea, los portugueses asumen su inexorable destino: hay que pagar lo que se debe.

Mientras, la mayor parte de los ciudadanos se siguen empobreciendo a base de rebajas salariales y del aumento galopante del paro. Cualquier empleado será capaz de dar detalles de lo que cobraba hace cinco años y lo que percibe hoy. En muchos casos, menos de la mitad: «Los últimos tres años han sido de una caída del 25 % cada uno. Y cada vez es peor», relata Carlos Figueiredo, responsable de un puesto de venta de frutas y verduras en un mercado lisboeta: «Cierran los restaurantes, la gente se ha quedado sin dinero. No hay consumo. No sé cómo acabará esto».

La recuperación que no llega

Como caminantes sobre una lluvia que no cesa, los portugueses asumieron ayer un nuevo aumento en la pluviosidad que lastrará más una recuperación que nadie ve clara y que muchos economistas califican ya de imposible por la vía de la austeridad: «¡Con lo bien que estábamos con nuestro escudiño...!», se lamentaba Irene, una jubilada de 68 años. A ella no le recortarán su pensión mínima. A muchos otros pensionistas, sí.

la reacción de la calle