¿Y ahora? ¿Qué ocurrirá? La realidad suele ser menos radical que las predicciones. Ni es posible, seguramente, un «chavismo sin Hugo Chávez» ni este desaparecerá de la noche a la mañana porque su líder haya muerto. Ni Venezuela está abocada necesariamente a la crisis o la violencia ni todo está «atado y bien atado». Algunos temores están justificados, otros son abiertamente exagerados.
La economía. Muchos analistas la colocan en el primer lugar de las preocupaciones con las que tendrá que enfrentarse un nuevo Gobierno en Venezuela. El país presenta algunos problemas serios de desabastecimiento y suministro, pero estos son más bien producto de una mala gestión del control de cambios. Los números macroeconómicos venezolanos no son tan malos como se cree: crecimiento por encima del 5 % y una deuda en torno al 50 %, muy baja. La inminencia de una devaluación del bolívar se veía como un momento crítico, pero se ha producido hace poco sin mayores problemas. Y la riqueza del petróleo, con precios altos, sigue ahí.
La verdadera amenaza de inestabilidad viene de otro lugar: de la política misma. La debilidad de las instituciones favoreció al chavismo (y fue favorecida por él); en esta transición, le perjudica, y perjudica a Venezuela. Ir a unas elecciones ahora, como manda la Constitución, entraña un riesgo de desestabilización. Esto sucedería si el resultado electoral es muy ajustado, y sobre todo si ganase la oposición antichavista. Esto último es muy improbable. Nicolás Maduro carece del carisma de Chávez, pero las emociones que se desatarán tras la muerte de este juegan a su favor. La oposición, derrotada dos veces hace poco y con problemas internos, no aspira seguramente a ganar y posiblemente esperará al desgaste del nuevo líder.
¿Hay también conflictos internos en el chavismo? Sería lo lógico en un movimiento populista que pierde a su líder. Algún gesto ha sido sospechoso, como la reunión de emergencia del dos de enero en La Habana entre Nicolás Maduro y su rival interno, Diosdado Cabello, hasta ahora presidente de la Asamblea. Pero una crisis de liderazgo ahora no es probable. Eso sucederá con el tiempo, y solo si la supervivencia del chavismo no se ve amenazada.
Chávez fue muy claro al señalar su preferencia por Maduro, y eso pesará durante un tiempo. Luego, las necesidades prácticas de la gestión irán, inevitablemente, creando espacios diferenciados dentro de chavismo, y dentro de la oposición, a la que también mantenía unida la figura de Chávez. No sería mala cosa para Venezuela: una fragmentación de los dos bloques antagónicos que abra el paso a un juego político más variado y complejo.