Una limpieza étnica visible desde el espacio

Miguel Ángel Murado

INTERNACIONAL

Las imágenes demuestran la destrucción de Kyauk.
Las imágenes demuestran la destrucción de Kyauk. Human Rights Watch< / span>

Los ataques generalizados contra la minoría musulmana de los rohingya de Birmania es evidante desde el espacio

28 oct 2012 . Actualizado a las 06:00 h.

A veces un crimen contra la Humanidad es tan evidente que hasta puede verse desde el espacio exterior. Es lo que ha sucedido con los ataques generalizados contra la minoría musulmana de los rohingya que viven en el oeste de Birmania. Ayer, las autoridades no tenían más remedio que reconocer que se habían incendiado pueblos enteros, una vez que aparecieron fotografías-satélite en las que se pueden distinguir perfectamente los fuegos. Ahora se dice que el problema de los rohingya amenaza con detraer credibilidad del Gobierno reformista birmano, que intenta una transición a la democracia de la mano de la célebre líder opositora Aung San Suu Kyi

La realidad es que el asunto también amenaza la credibilidad de la Nobel de la Paz, que tampoco ha sido capaz de hacer un gesto en apoyo de una comunidad a la que la ONU ha concedido el poco envidiable título de «la minoría más perseguida del mundo». Los rohingya, casi un millón, viven en el estado de Arakan, en la frontera con Bangladesh. Tras el golpe militar de 1962, los militares, con la bendición de la jerarquía budista, les retiró la ciudadanía y pasó a considerarlos extranjeros. Desde entonces han vivido segregados, pero lo que se está produciendo ahora es una auténtica campaña de limpieza étnica. Como suele ocurrir en estos casos, ambas partes se culpan mutuamente de la violencia. Como suele ocurrir también, la versión del bando más fuerte y violento es la menos creíble.

Concretamente, la última oleada de ataques comenzó en mayo cuando se difundieron rumores de que una mujer budista había sido violada y asesinada por tres musulmanes rohingya. No importa que la autopsia no mostrase signos de violación y que el grupo de asesinos incluyese también budistas, el incidente ha sido suficiente para incendiar la región de Arakan, literalmente.

El Gobierno dice que intenta evitar la violencia, y es posible. Pero esta región está bajo el control directo del ejército, poco interesado en la reconciliación. Por eso los observadores internacionales miran con curiosidad cuánto puede hacer el Gobierno reformista de Thein Sein al respecto. Suu Kyi, para decepción de sus muchos entusiastas en todo el mundo, no ha hecho más que una tímida referencia al asunto en el Parlamento. La hostilidad que se ha alimentado en toda Birmania durante décadas contra esta minoría es tal que incluso la oposición democrática teme perder popularidad si les defiende. No es un prometedor comienzo para la nueva senda democrática iniciada hace tan solo dos años.

Los precedentes son aún menos prometedores. El conflicto de las minorías en Birmania ha sido la gran pesadilla del país, entre otras cosas porque incluso la supuesta «mayoría» budista es una minoría (digan lo que digan los censos, se sospecha que los bamar están por debajo del 50 %). Las guerras sectarias no se han interrumpido desde la independencia en 1948.