Piñera aprende de Il Cavaliere

Miguel A. Murado

INTERNACIONAL

13 dic 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

No, Sebastián Piñera, el posible próximo presidente de Chile, no es un pinochetista. De hecho, financió el no en el plebiscito que mandó al dictador a su casa. Sí, es cierto que en su Alianza por Chile se refugia lo que queda de la nostalgia. Pero la candidatura de Piñera no es tanto una elección ideológica como un azar de la claustrofóbica (y oligárquica) política chilena. Hijo de uno de los fundadores de la Democracia Cristiana, Piñera podría estar hoy en el lugar de su rival de la Concertación, el democristiano Frei, de no haberse enemistado hace años con el entonces líder del partido, Patricio Aylwin. Desde entonces el empresario ha maniobrado sin descanso en el único terreno que le quedaba libre, la derecha dura, buscando una vía a la presidencia, que por fin ha encontrado. Se la ofrece el desgaste de un ventenio de Gobiernos social-liberales, junto con un perfil político indefinido en el que el éxito personal es el principal argumento de su campaña.

Porque, y aquí está la cuestión, en Piñera lo que asoma no es el pinochetismo, ya superado en Chile, sino algo más moderno: el berlusconismo.

Piñera se presenta como un empresario-político con una prédica liberal imprecisa, su riqueza como prueba de habilidad gestora y, desgraciadamente, una trayectoria tocada por escándalos financieros.

El contexto chileno se asemeja también al italiano, con una izquierda permanentemente aliada con la democracia cristiana, fuente de crisis y escisiones (tres de los cuatro candidatos vienen de la mayoría gubernamental). Como en Italia, esto deja un amplio margen para que un independiente pesque votos entre los descontentos y la extrema derecha, un filón que solo se puede explotar cuando la derecha se alía con la izquierda y se debilita. Ese fue el hallazgo de Berlusconi en Italia, y podría ser el de Piñera en Chile. Frei, un Romano Prodi sin el carisma de Michelle Bachelet, cifrará todas sus esperanzas en conseguir en la segunda vuelta el voto de los disidentes. Lo tiene difícil.