Polémica en el Reino Unido por la decisión de la BBC de invitar a un líder ultraderechista a un programa

Imanol Allende

INTERNACIONAL

23 oct 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Si algo ha logrado Nick Griffin, líder del ultraderechista Partido Nacionalista Británico (BNP), es conducir a esta formación política marginal a unos niveles de popularidad como no vivía desde los años treinta, cuando Oswald Mosley fundó la Unión Británica Fascista. Y todo por la comparecencia de este provocador en un programa de televisión.

Tras ser acusado por altos mandos militares de secuestrar a los héroes nacionales, incluido Winston Churchill, para sus campañas publicitarias, el BNP ha explotado al máximo la polémica decisión de la BBC de permitir que Griffin estuviese ayer en el programa político de mayor audiencia (unos tres millones) de la BBC, Question Time , a pesar de las críticas del estamento político y las protestas en la calle.

Griffin sabe que su comparecencia en el debate político era lo de menos, lo importante era la publicidad que durante días ha rodeado su presencia ante las cámaras de la BBC.

Su intento por conseguir la mayor promoción de la polémica quedó patente cuando ayer, pocas horas antes de salir en antena, calentó aún más los ánimos de sus opositores al indicar que «el programa de esta noche será un deporte político sangriento».

Las acusaciones contra la BBC por mantener la presencia de Griffin en el programa desembocaron en manifestaciones en contra en las puertas de la BBC Televisión Centre, y en que un parlamentario tachara a la emisora pública de irresponsable. E incluso que el propio primer ministro, Gordon Brown, interviniera para decir que «si durante el programa se le pregunta [a Griffin] por el racismo y la xenofobia, oiremos sus puntos de vista».

Pero si algo ha caracterizado desde su fundación a la BBC es su independencia política, por lo que ayer el director general de este ente, Mark Thompson, indicó que «la censura política no se puede aplicar a la BBC ni a ningún medio de expresión de opinión», y agregó que «solo una censura similar a la impuesta en los años ochenta contra el Sinn Féin [se podía ver la imagen de sus líderes, pero no escuchar sus voces, por lo que se utilizaba doblaje] logrará romper los principios de imparcialidad de la corporación».

Los medios impresos fueron brutalmente parciales. Algunos como The Times ofrecieron ayer a sus lectores algunas de las perlas de Griffin, por ejemplo, calificar de «propaganda de los aliados y mentira muy rentable» la existencia del Holocausto, o calificar de repugnantes a los homosexuales.