Operación pollo frito

Miguel A. Murado

INTERNACIONAL

22 mar 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Fiel a su estilo, cuando anunció que se disponía a tomar el control de Puerto Cabello, Hugo Chávez lo denominó operación pollo frito. Hubo carcajadas. El Pollo es el mote de Henrique Salas Feo, el gobernador del Estado de Carabobo, donde se encuentra este puerto, el primero de Venezuela en importaciones y el segundo en exportaciones.

Está claro que la toma de los puertos y aeropuertos tiene en parte como objetivo debilitar a los alcaldes y gobernadores de la oposición como Salas. Esas infraestructuras son una importante fuente de capital para los rivales de Chávez. Pero hay que enmarcarlo todo en una estrategia más amplia y más profunda. El presidente se está preparando para el chaparrón de la crisis económica, y lo hace acelerando el proceso de concentración del poder en Venezuela.

Así, la «reversión» de los puertos y aeropuertos es solo la fase más espectacular de algo que ya comenzó hace semanas con la toma de organismos considerados estratégicos, desde hospitales a plantas de arroz. Está al caer la expropiación de La Polar, la mayor distribuidora de alimentos del país, y también cabe esperar más nacionalizaciones de bancos, como la de la filial venezolana del Santander.

Con estas medidas, Chávez busca a la vez reforzarse, aislar a la oposición y crear de paso una inercia que por sí sola haga los cambios irreversibles. Se trata, en definitiva, de aprovechar la crisis para instaurar el socialismo del siglo XXI.

La crisis se acerca, efectivamente, a toda prisa. Las reservas financieras venezolanas rondan ahora los 30.000 millones de dólares y Chávez carece de fuentes de inversión alternativas (quizá su próximo viaje a Irán esté relacionado con esta necesidad de líquido). Los sindicatos ya amenazan con manifestaciones y se esperan huelgas en una veintena de organismos públicos tan pronto como la crisis golpee con toda su fuerza. En este contexto, el despliegue de tropas sirve a la vez para hacerse con recursos financieros esenciales y como un precedente que podrá aplicarse sistemáticamente a partir de ahora. Chávez ya se ha garantizado la fidelidad del Ejército sustituyendo hace poco a toda la cúpula militar.

Como apuesta, no podía ser más peligrosa. Que el presidente venezolano sea capaz de aguantar o no el chaparrón dependerá de su capacidad para mantener los precios de los alimentos bajos y su distribución en funcionamiento. Si no lo logra, existe el peligro de que se produzca un nuevo caracazo como el del año 1989 que, con la militarización del Estado, podría convertirse en una auténtica tragedia.